Category Japón

Jikininki

Una vez, Musõ Kokushi, sacerdote de la secta zen que viajaba solo por la provincia de Mino, se perdió en una comarca montañosa donde no había nadie que lo guiara. Erró sin rumbo durante largo tiempo; y ya desesperaba de hallar refugio durante la noche, cuando vislumbró, en lo alto de una colina iluminada por los últimos rayos del sol, una de esas pequeñas ermitas llamadas anjitsu, que suelen construir los monjes solitarios. Aunque parecía estar derruida, Musõ se apresuró a acercarse a ella; descubrió que la habitaba un anciano monje, a quien rogó que le concediera alojamiento por esa noche. El anciano rehusó con hosquedad, pero le indicó a Musõ la situación de una aldea, en un valle próximo, donde hallaría alojamiento y comida.

Musõ se encaminó hacia la aldea, compuesta ...

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Diplomacia

Según las órdenes, la ejecución debía llevarse a cabo en el jardín del yashiki. De modo que condujeron al hombre al jardín y lo hicieron arrodillar en un amplio espacio de arena atravesado por una hilera de tobiishi, o pasaderas, como las que aún suelen verse en los jardines japoneses. Tenía los brazos sujetos a la espalda. La servidumbre trajo baldes con agua y sacos de arroz llenos de piedras; y se apilaron los sacos alrededor del hombre en cuclillas, de tal forma que éste no pudiera moverse. Vino el señor y observó los preparativos. Los halló satisfactorios y no hizo observaciones.
Súbitamente gritó el condenado :

-Honorable señor, la falta por la que me habéis sentenciado no fue cometida con malicia. Fue sólo causa de mi gran estupidez...

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Oshidori

Había un cazador y halconero llamado Sonjõ, que vivía en el distrito de Tamura-no-Gõ, provincia de Mutsu. Un día salió de caza y no descubrió presa alguna. Pero en el camino de regreso, en un sitio llamado Akanuma, Sonjõ vio un par de oshidori (patos de los mandarines) que nadaban juntos en un río que él estaba a punto de cruzar. No está bien matar oshidori, pero Sonjõ, acosado por el hambre, decidió dispararles. Su dardo atravesó al macho; la hembra se deslizó entre los juncos de la orilla opuesta y desapareció. Sonjõ se apoderó del ave muerta, la llevó a casa y la cocinó.


Esa noche tuvo un sueño perturbador. Creyó ver una hermosa mujer que entraba en su cuarto, se erguía junto a su almohada y se echaba a llorar...

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En una estación de ferrocarril

Séptimo día del sexto mes veintiséis de Meiji

Ayer un telegrama de Fukuoka anunció que un desesperado criminal capturado allí sería traído hoy a Kumamoto para su juicio, en el tren pasado el mediodía. Un policía de Kumamoto había ido a Fukuoka para hacerse cargo del prisionero.

Cuatro años antes un fuerte ladrón había ingresado a algunas casas por la noche en la Calle de los Luchadores, aterrorizando y atando a los ocupantes, llevándose una cantidad de cosas valiosas. Rastreado hábilmente por la policía, fue capturado dentro de las veinticuatro horas, aún antes de que pudiera disponer de su botín. Pero cuando fue llevado a la estación de policía rompió sus ataduras, le arrebató la espada a su captor, lo mató y escapó. No se había oído nada más de él hasta la semana pasada...

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Reflejos 2ºparte

-Unos magníficos espejos, mi joven amigo -dijo el dependiente-, los mejores que hay, y éste es de los mejores que tenemos. Veo que es usted un experto.

El joven agarró su espejo con fuerza y se quedó mirándolo con un aire de lo más estúpido. Temblaba.

-Cuánto? -susurró-. ¿Está en venta?

Estaba comenzando a temer que le arrebataran a su padre.

-Desde luego que está en venta, noble señor -dijo el dependiente-, y el precio es una ganga, sólo dos bu. Como ve, es casi regalado.

-¡Dos bu… sólo dos bu! ¡Alabados sean los dioses por su misericordia! -gritó el joven.

Puso una sonrisa de oreja a oreja, y en un visto y no visto se sacó la bolsa del cinto, y el dinero de la bolsa.

El dependiente deseaba en ese momento haberle pedido tres bu, o incluso cinco...

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Reflejos -1ºparte

Hace ya mucho tiempo, a un día de viaje de la ciudad de Kioto, vivía un caballero de pobre inteligencia y modales, pero rico en patrimonio. Su esposa, que en gloria esté, había fallecido muchos años atrás, y el buen hombre vivía en gran paz y sosiego con su único hijo. Se mantenían apartados de las mujeres, y nada sabían de sus seducciones o fastidios. En su casa, los sirvientes eran hombres y fieles, y jamás, de la mañana a la noche, posaban sus ojos sobre un par de mangas largas ni sobre ningún obi escarlata.

La verdad es que eran muy dichosos. A veces trabajaban en los campos de arroz. Otros días se iban a pescar. En primavera, salían a admirar la flor del cerezo o el ciruelo, y otras veces se ponían en camino para ver el lirio, la peonía o el loto, según fuera el caso...

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El secreto de la muerta

Hace mucho tiempo, en la provincia de Tamba, vivía un rico mercader llamado Inamuraya Gensuké. Tenía una hija llamada O-Sono. Como ésta era muy bonita y sagaz, el mercader juzgó inoportuno brindarle sólo la exigua educación que podían ofrecerle los maestros rurales; la confió, pues, a unos servidores fieles y la envió a Kyõto, para que allí adquiriera las gráciles virtudes que suelen exhibir las damas de la capital. En cuanto la muchacha completó su educación, fue cedida en matrimonio a un amigo de la familia paterna, un mercader llamado Nagaraya, y con él compartió una dicha que duró casi cuatro años. Sólo tuvieron un hijo, un varón, pues O-Sono cayó enferma y murió después del cuarto año de matrimonio.

En la noche siguiente al funeral de O-Sono, su hijito dijo qu...

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Jiu-roku-sakura

Uso no yona…
Jiu-roku-sakura
Saki ni keri!

En Wakégõri, un distrito de la provincia de Iyo, se yergue un cerezo famoso y antiguo, llamado Jiu-roku-sakura, “el Cerezo del Día Decimosexto” porque todos los años florece el día decimosexto del primer mes (según el antiguo calendario lunar), y sólo ese día. De modo que la época de su florecimiento es durante el Gran Frío, pese a que el hábito natural de un cerezo consiste en aguardar hasta la primavera antes de aventurarse a florecer. Pero el Jiu-roku -sakura florece gracias a una vida que no es la propia, o que, al menos, no lo era originalmente. El espíritu de un hombre habita ese árbol.


Era un samurai de Iyo, y ese árbol crecía en su jardín y solía dar flores en la época habitual, o sea, hacia fines de marzo y principios de a...

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Hokusai

“Desde los seis años tuve la manía de dibujar la forma de las cosas. A los cincuenta había producido gran número de dibujos, pero antes de los setenta no hice nada que mereciera la pena. A los setenta y tres creo haber adquirido algún conocimiento de la estructura verdadera de los seres naturales, animales, plantas, árboles, pájaros, peces e insectos. Creo que cuando cumpla los ochenta habré progresado notablemente. A los noventa alcanzaré el misterio de las cosas; a los cien haré una obra asombrosa, y a los ciento diez cuanto dibuje, aunque sólo sea una línea, poseerá el soplo de la vida”.
prefacio de las Cien vistas del Monte Fuji

La pintura es poesía muda; la poesía pintura ciega.
Leonardo Da Vinci
El manga sobre Fukushima está escrito desde 1988
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El kodama de los árboles y los terremotos en Japón

Cómo estructuras de madera de cientos de años logran perdurar en un país en constantemente en movimiento


Al pensar en la cultura japonesa viene a la mente la tranquilidad de un jardín Zen, la ceremonia del té con su estricta economía de movimientos, el rígido código de honor Samurai y la etiqueta social dolorosamente invertida que todavía impregna todos los niveles de la sociedad.

Viene a la mente una cierta rigidez, pero ésta podría ser la razón de por qué Japón conserva gran parte de sus artes y cultura antiguas. Entonces es irónico que –literalmente- todo esto se asiente en un país que está constantemente en movimiento.

Y, sin embargo, hay estructuras que han perdurado a estos impactos constantes a lo largo de los siglos...

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