Un esfuerzo para disfrutar de las Gemínidas

Salimos del punto de partida sobre las tres de la tarde en el autobús que nos llevó por la carretera con muchas curvas, tantas que cuando venía un coche de frente, éste debía parar, porque ambos no podían pasar al mismo tiempo por algunas curvas, hacía Tunte punto de salida para nuestra caminata de ese día. Eramos un grupo de aprox. 60 personas de todas las edades con varios monitores. Llegados a Tunte nos reunimos en su plaza, donde nuestro guía nos relató algo de la historia de los primeros pobladores del lugar y cómo se defendieron de los conquistadores al mando del Capitán Pedro Hernández Cabrón, del cual tomó nombre la Playa de Cabrón en el municipio de Agüimes. Pudimos dejar las esterillas en el autobús, no eran necesarias durante la caminata. Nos tomamos un café para aprovechar un pipí, antes de la caminata, que si hubiéramos sabido, lo que nos esperaba, nos hubiéramos quedado en el pueblo.

tunte

Empezamos a subir, el paisaje era bonito, verde, dejamos Tunte atrás y abajo bañado en el último sol de la tarde. Después de tres km sólo subida hicimos un pequeño descanso para esperar a los que se habían quedado rezagados. Escuchando parte de conversaciones de los que iban delante y detrás entendimos que era subida, luego una parte llana para luego iniciar la bajada, así que pensamos que ya habíamos alcanzado la parte llana, erróneamente como supimos cuando seguimos nuestra caminata por el camino de Guirgai. Seguíamos subiendo, el sol estaba bajando, caminábamos en la sombra, aunque se veía la parte alta de la montaña aún bañada en el sol. De tanto subir y sabiendo que todo lo que sube hay que bajarlo, ya que el punto final de la caminata era la misma plaza de Tunte, donde habíamos comenzado, nos empezamos a preguntar que cuánto faltaría.

Llegamos a Cruz grande, ya el sol se estaba transformando en un hermoso ocaso, nos comimos nuestra manzana, bebimos agua y seguimos por una carretera de tierra ancha y donde se podía caminar con facilidad, un descanso para nuestras piernas. Pudimos hacer varias fotos de la bajada del sol hasta otro cruce, donde hicimos una pequeña parada para ponernos la ropa de abrigo, se notaba la ausencia del sol y el aire frío, aunque por suerte no había viento. Nos pusimos el pantalón de caminatas encima de los panties y el anorak encima del polar. Seguimos por un camino más estrecho lleno de piñas caídas, ya tuvimos que encender nuestra linterna frontal para ver por donde pisábamos, había muchas piedras, así que sin linterna hubiéramos tropezado con la muy probable consecuencia de una caída.

Después de unos cinco km y dos horas de caminata hicimos una parada de más tiempo, como ya era noche cerrada, algunos aprovecharon para otro pipi y otros a comerse el bocadillo y beber agua. Preguntando que cuánto faltaba nos enteramos que teníamos que seguir subiendo otro poquito hasta La Degollada de Rosiana para luego bajar por un sendero muy estrecho, lleno de piñas y pinocha. Sabiendo que aún quedaba la mitad quisimos seguir, aunque todavía tardaron en ponerse en marcha los guías.

Caminamos otro rato, hasta un lugar muy oscuro, la luna estaba en su primer día después de luna nueva, o sea que sólo se veía un hilito de ella, cuando el astrónomo que nos acompañaba nos pidió apagar nuestras linternas para poder apreciar mejor las estrellas que nos acompañaban. Nos señaló con un láser la M que hacía la constelación de Cassiopea y desde allí la estrella polar, parte de la osa menor. La estrella polar no gira cómo las demás porque se encuentra justo encima del polo norte. También pudimos apreciar la constelación de Orión, el cazador apoyado en sus dos perros de caza Canis mayor y canis menor. Esta pequeña introducción a la astronomía me pareció muy interesante, ya que normalmente podemos observar pocas estrellas debido a las luces de la ciudad.

Nos indicaron que seguiríamos por un sendero estrecho lleno de piñas, y que nuestro guía iba a intentar quitar la mayor parte de ellas del camino, pero que aún así tuviéramos cuidado. Y tenían razón, no sólo había piñas, sino mucha pinocha, las hojas en forma de agujas de los pinos que cuando las pisas resbalas y piedras sueltas que tenían el mismo efecto, así que aún llevando nuestro bastón de apoyo la bajada se hizo muy, muy difícil, ya que era empinada y siempre teníamos miedo de caer y resbalar, llevándonos a los que iban delante nuestro, con nosotros. Tuvimos que hacer dos paradas para esperar a los que venían detrás, cuando mirabas hacía atrás nuestro grupo parecía una fila de luciérnagas, por la lucesitas de la linternas frontales en movimiento, lo único que veíamos de nuestros compañeros de grupo.

Después de otra hora llegamos al pueblo, otra bajada muy empinada, pero de piedra y estuvimos en nuestro punto de partida, había cuarenta minutos para cenar y tomarnos algo para calentarnos por dentro. Con un bocadillo y un vaso de vino recuperamos fuerzas. Por suerte esta vez fuimos en autobús hasta el lugar donde tendría lugar la observación de astronomía. En pocos minutos estuvimos allí, no era tan ideal como el punto anterior en medio de la montaña, porque el pueblo con su iluminación estaba demasiado cerca. Nos acomodamos sobre nuestra esterilla, la mochila de almohada y nos tapamos las piernas con una manta, estábamos listos para recibir más información, aunque con mucho frío, eran las 22:30.

El cielo había cambiado, la tierra y las estrellas seguían girando, excepto la estrella polar que seguía en el mismo lugar, al otro lado estaba sirio, la estrella más brillante. Nuestro guía astrónomo nos mostró las Pléyades, un grupo de estrellas muy jóvenes, hijas de Atlas, quién pidió a Zeus que las protegiera de Orión, el cazador. Zeus accedió poniendo a Tauro entre Orión y las Pléyades, para que las proteja. También pudimos observar parte de nuestra vía láctea y desde los lugares del cielo, donde había menos estrellas de vez en cuando aparecía alguna geminida, como una estrella fugaz. Las gemínidas son una lluvia de meteoros. También nos explicó que el color de una estrella es un indicador de su masa y temperatura siendo las estrellas rojas más frías que las azules. En general una exposición muy interesante, pero debido al frío que estábamos pasando, a la media hora los primeros se empezaron a levantar e ir al autobús, ya no querían ver más estrellas. Les seguimos los demás, cuando habíamos subido todos, el autobus nos llevó de vuelta a casa. Caímos en la cama cansados de la caminata de catorce km con una dificultad media (según el guía) y el frío pasados, pero con una experiencia nueva en nuestro haber.

Carina

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