8 Segundo gran viaje

El segundo fue realmente un viaje por el mundo para mi entendimiento de entonces. Probablemente la cosa estaba organizada por la entidad de bienestar alemán, al menos en el verano de 1937 un tren iba lleno de niños de la cuenca del Ruhr a Silesia, que fueron alojados con familias de allí.

A mi me tocó con un agricultor en Mondschütz, Wohlau, a unos 42 kilómetros de Breslau. Por desgracia, los primeros tres días extrañaba mucho, y lloraba y lloraba, por lo que la pobre gente no sabia qué hacer. Pero al cuarto día había superado mi dolor emocional, y fue un mes maravilloso que pasé con esta querida gente .

La finca estaba en un lugar muy remoto y para hacer las compras se ponían dos caballos delante del coche y salíamos contentos atraves de profundos bosques de pino, por caminos de arena. En sí, estos agricultores eran autosuficientes, tenían cerdos, pollos, gansos, caballos, por supuesto, varios. Una vez a la semana se horneaba el pan, hermoso y redondo como las grandes ruedas de vagones. Al principio no me gustaba el pan amargo cocido con levadura, pero pronto me comía con gran apetito los deliciosos sandwiches de jamón y embutidos. La esposa del granjero también hacia su propia mantequilla y queso. Ponía la leche en una olla grande, la cerraba en la parte superior y la agitaba hasta que la leche se convertía en mantequilla, el líquido residual se toma como suero de leche.

La finca de los agricultores tenía un patio rectangular rodeado por cuatro edificios, delante la mansión y a los lados los establos y detrás el granero. En el medio había un montón de estiércol, para mí terrible en los primeros días por el mal olor, pero pronto mi nariz se acostumbró al hedor. Una noche, me habían enviado a las 9 a la cama, me levanté de nuevo y entré en el patio. El agricultor no sabiéndolo ya había dejado los perros libres, dos perros gran danés, los cuales desde que me vieron, vinieron hacia mí y me empujaron y mordieron. Por suerte el agricultor se encontraba cerca, salvo dos cicatriz ya no se ve nada, pero eso para mí podia haber sido fatal. La gente se asustó tanto, que me prometieron un viaje a Breslau y también lo cumplieron.

De los muchos alimentos deliciosos de allí, me quedaron dos en la memoria, una las palomas asadas y Mousse de pulmón entre otros. Fue una temporada excepcional con la gente. Unos años más tarde no sólo perdieron la tierra y el hogar, sino también su patria. La gente pequeña siempre tiene que tragar la sopa, en la que nos meten los políticos y «estadistas».

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