Un día de fiesta

El último día festivo de agosto, fue festivo sólo en nuestro municipio. Había apagado el despertador la noche anterior, pero igual me desperté a la hora de siempre, las siete. A esa hora me suelo levantar para hacer media hora de bici, regar las plantas y tomarme medio desayuno antes de ir a la piscina a mi hora de acuagym, después de la cual salgo como nueva y lista para un segundo y más abundante desayuno.

un dia de fiesta

Eran las siete de la mañana y estaba oscuro, me hice medio desayuno y cuando empezó a aclarar el día salí con el coche hasta la playa. Mientras bajaba las escaleras a la playa apareció un hilito de sol que en unos minutos se transformó en una gran bola dorada, pero enseguida subió ocultándose detrás de la espesa capa de nubes.

El agua estaba muy agradable, asique fui caminando a la orilla con los pies metidos en el mar. Había más gente corriendo que caminando. La verdad que me gusta mucho que los jóvenes de esta época le den tanta importancia al ejercicio físico y a la vida sana. En mi juventud era muy raro ver a alguien corriendo o caminando y menos a esa hora de la mañana. Me acuerdo que cuando iba a comprar el pan antes de que los niños fueran al colegio, tenía que soportar a la gente delante mio apestando el ambiente con su cigarillo encendido, los fumadores mandaban en aquella época, no se les podía decir nada, por suerte es algo que ha cambiado para bien.

Por fin apareció el faro con su luz encendida, algo para mi también bonito de ver, ya que normalmente lo veo de día y no se aprecia su luz, que ayuda a las embarcaciones a que no varen en la costa de nuestra isla. Es una maravilla disfrutar de la playa casi desierta a esa hora de la mañana. Debo agradecer y lo hago diariamente el poder vivir en un lugar tan bonito, por el cual miles de turistas pagan mucho dinero para pasarse una o dos semanas de vacaciones al año, mientras que yo en cualquier momento del día, si quiero estoy en cinco minutos en esta fabulosa playa.

No son las nueve cuando llego al faro y me doy la vuelta, el cielo sigue cubierto por esa espesa capa de nubes, que comienza a unos metros del horizonte, o sea que entre el mar y las nubes hay una franja de cielo de un rosa pálido. Dejo la riñonera envuelta en mi camiseta encima de las zapatillas y me baño en el agua limpia, fresca que traen las olas, está muy agradable, calculo unos 24º.

Sigo caminando, paso la punta y llegando a Playa del Inglés se asoma el sol entre las nubes, va a ser otro hermoso día de playa, mientras subo las escaleras para ir al coche, el termómetro ya marca 26º. Voy a casa a regar, ducharme y tomarme mi segundo desayuno.

Carina

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