Sorpresa

Este viaje como dice el título fue una sorpresa, una sorpresa de cumpleaños para mi madre que cumplía 86 años. Los únicos que lo sabían eran mi hermana y familia que ayudaron con la sorpresa al irnos a buscar al aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires a 400 km de nuestra ciudad Mar del Plata. Voy a resaltar los mejores momentos, aquellos que merecen permanecer en la memoria y ser compartidos. Un dulce momento fue el abrazo con mi hermana.

La sorpresa resultó, le dimos una gran alegría a mi madre quien se mareó un poquito, por suerte su corazón todavía es fuerte, asi que otro de los momentos más emotivos fue el abrazo con mi madre.

Era la primera vez que volvíamos a Mar del Plata en verano, en plena temporada con la ciudad llena de turismo, una gran diferencia con las otras veces. Casi siempre habíamos estado en invierno, al comienzo de la primavera u otoño, cuando la ciudad y sus habitantes descansan. Gracias a ello pudimos disfrutar de dos salidas al teatro, vimos Martes trece, ese día cayo una tromba de agua, y No se eligen se heredan, fueron espectáculos donde actuaban actores no profesionales, igualmente nos encantaron y nos hicieron reir.

También tuvimos la suerte de asistir a un concierto de la Banda Sinfónica Municipal de la ciudad, una de las más antiguas del país. El evento era un homenaje al compositor argentino Ariel Ramirez, tocaron varias de sus obras como Alfonsina y el mar, durante la cual ya me emocioné mucho, pero el punto culminante fue la Misa Criolla, increible, un momento inolvidable.

Una de las amigas de mi madre de 85 años tuvo que renovar su carnet de conducir, al haber estado más de un año con el mismo caducado. Aprobó su examen y nos quizo agradecer el haberla llevado a conocer toda nuestra isla durante el tiempo que estuvo aqui de visita, llevándonos de paseo allí.

La primera salida fue hacia Sierra de los Padres, un hermoso lugar a 15 km de Mar del Plata, donde venden unas artesanías muy originales, que no encuentras en otros sitios. Además almorzamos en el mismo restaurante, donde ya habíamos comido cuando estuvimos en invierno. Y no nos defraudó, la comida excelente y delante nuestro una hermosa vista. Un chimango, ave de rapiña, se acercó a comer un trocito de pan, que le habían dejado en la barandilla.

Otro día nos llevó por la costa hacia el norte, con el calor puso el aire acondicionado, por lo que la gasolina (nafta en argentino) duró menos. Por suerte llegamos hasta Villa Gesell, donde al cargar nafta, me llamó la atención la cantidad de empleados que había en esa estación de servicio, por lo menos ocho, comparado con los dos o tres que hay aquí, muchos. Una buena idea para acabar con el paro. La ciudad había crecido muchisimo desde la última vez, hace muchos años que yo había estado allí.  Estaba repleta de turistas, pero encontramos un buen lugar para almorzar, adonde nos atendieron muy amablemente, viendo a mi madre que tenía tantas dificultades al caminar con su bastón.

Más tarde seguimos hasta Cariló, un balneario adonde veranean las personas con más poder adquisitivo, a pesar de ello las carreteras no están asfaltadas. Cómo había llovido hacía poco, el camino para llegar hasta el centro del pueblo, parecía el del rally Dakar.

También disfrutamos de varios asados tanto en casa, como en la de mi hermana, en la cual también celebramos dos cumpleaños de su familia en su hermoso jardín, la cálida noche estaba ideal para el evento. Unos amigos de toda la vida nos invitaron varias veces a almorzar con una excelente comida al disco, se utiliza un disco de arado, acompañada de un muy agradable ambiente.

Un momento grande e inolvidable fue también la reunión con mis amigas del colegio, hablamos dos horas sin parar, como si nos hubiéramos visto el día anterior (que fue hace 42 años 🙂 )

Algo que no solemos tener en nuestra isla es la típica tormenta de verano, pero en Mar del Plata disfrutamos de varias, en todo el tiempo que vivo en Gran Canaria no había oido tantos truenos, como ese mes en Mar del Plata, fueron momento lindo también para mi, me gusta la tormenta seguida de la lluvia que limpia el ambiente.

Y casi todas las noches ibamos al pub motero de la esquina a terminar el día con un pisco sour. La noche que saliamos hacia Buenos Aires nos quedamos más tiempo, ya que el autobus salía a las dos de la mañana, por lo que estuvimos allí a la hora en la que tocaban música en directo, música rockera de nuestra época.

Carina

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