La sirenita

Llegado el momento ella tuvo mucha prisa por nacer. Su madre comenzó con contracciones de madrugada y ella empujaba y empujaba, tanto que casi nace en el camino, llegaron justo a último momento al hospital, porque por suerte a esa hora la autopista estaba vacía. Mientras su padre aparcaba el coche, ella ya había nacido, una niña preciosa y rosadita que desde el principio abría su boquita para mostrar su carácter fuerte, cuando algo no le gustaba no paraba de llorar hasta que sus padres la calmaban. Tenía un apetito sano por lo cual pronto se transformó en una muñequita regordeta. Debido a su hermosura  su madre envió su foto a un concurso de una revista de bebés y se ganó una sillita.

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Cuando la familia iba de vacaciones ella elegía las buenas invitaciones de almuerzos con amigos para demostrar su carácter y a su padre no le quedaba más remedio que sacarla fuera del restaurante a pasearla en el cochecito para calmarla, quedándose él sin comer. En algunas ocasiones le gustaba sentarse en el regazo de su padre degustando unos sabrosos percebes, desde pequeña demostraba ser una sibarita. Para dormir tenía unas posturas de bailarina clásica, con una piernita apoyada hacia lo alto en los barrotes de la cuna. Era tan gandula que no se molestó en aprender a gatear, no sabía para que tenía las piernitas (bueno las sirenitas no tienen piernas), usaba los bracitos para arrastrase y tampoco se ponía de pie, hasta que sus padres la llevaron al hospital preocupados por si tenía alguna lesión…, todo estaba bien! y a los trece meses por primera vez intentó ponerse de pie. Pasados unos meses ya corría por la casa sin problemas y en el parque escalaba hasta lo más alto de las arañas, por lo que viéndola fuera del alcance de sus brazo, a sus padres les daba miedo que su pequeña ardilla se cayera desde semejante altura.

Cuando entró en la guardería enseguida tuvo muchas amigas, algunas de las cuales siguen siéndolo. Sus maestras decían que era una buena alumna, pero que hablaba demasiado, en algunos momentos la sentaban más lejos de sus amigas para que dejara de hablar en clase, sin mucho éxito.

Con cinco años comenzó su entrenamiento de karate donde iba con su a hermano mayor y aprendió a ponerse en su sitio mientras jugaba. A los siete años le dijo a su madre que quería aprender patinaje sobre ruedas, algo que le encantó y era muy bonito verla patinando al son de la música en sus preciosas mallas. Allí ganó muchas medallas, porque entrenaba cuanto hiciera falta y siempre estaba entre las tres mejores. También entró en el club de natación, donde demostró ser una verdadera sirenita, no tenía dificultad en ningún estilo y tenía buenos tiempos en las competiciones. Siempre fue y sigue siendo una de las niñas más lindas no sólo en su aspecto físico, sino en su interior. Le hacía mucha compañía a su abuela de quien tiene su segundo nombre.

Hablo de ella como sirenita, porque fue su película favorita, la que veía a veces hasta dos o tres veces al día. Excelente estudiante, muy responsable, muy amiga de sus amigos, simplemente una niña hermosa y compasiva, que se merece toda la suerte del mundo para que se cumplan todos sus deseos.

Carina

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