La mariposa a la que le gustaba la música

Estaba sentada en el reverso de una hoja de esta planta tan bonita de flores naranjas comiendo y comiendo, increíble el hambre que sentía últimamente. Apenas terminaba el desayuno cuando mi barriga gruñía nuevamente, protestando porque tenía hambre, asique di unos pasos a otra hoja, la cual aprovecharía íntegramente y desaparecería al igual que la que me acababa de zampar. Mientras estaba disfrutando de este enorme placer, me di cuenta que no estaba sola, muy cerca se oía un  sonido rítmico, parecía que me acompañaba en el movimiento de tragar, casi como una canción. El grillo no se cansaba de cantar, al igual que yo no me cansaba de comer, vaya dúo, yo tragaba al mismo ritmo al que el cantaba.

Pasaron unos días y sentí que mi cuerpo se transformaba, ya no comía, me preparaba para pupar, colgada de una ramita ya completamente desnuda de hojas, estaba tejiendo un cómodo capullo en donde transformarme y crecer. Sin embargo seguía prestando atención al canto de mi amigo el grillo, cuyo sonido se oía un poco sordo a través de la tela y por las noches escuchaba a otro cantante más enérgico, un bello croar, esperaba poder conocer algún día a tan insistente músico nocturno. Gracias a éste acompañamiento musical tanto por el día como por la noche hacía mi metamorfosis con alegría paso a paso, esperando el día en el que saldría de tan suave y cada vez más apretado envoltorio.

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Y llegó el día deseado poco a poco abrí la pupa y me deslicé hacia fuera, al principio mis alas estaban pegadas pero con el calor del sol se desplegaron y brillaron en un fuerte naranja en la luz del día. Qué alegría, poder volar entre estos enormes árboles con un aroma parecido a menta. De repente escuché una música que no había oído nunca, parecía un sonido venido del cielo, busqué su origen, venía de un pájaro negro que estaba sentado en lo alto del eucalipto. El canto al cual mientras tanto se habían unido algunos pájaros más, me incitaba a bailar, volaba hacía arriba, hacía abajo, en círculos al son del conjunto musical. Me sentía bella y libre !!!

Por la tarde cuando el sol bajó brillante al horizonte volví a escuchar el canto que me había acompañado durante mi estancia dentro del capullo, busqué su origen, el sonido me llevó hacia un estanque y el dueño de tan agradable voz era un pequeño animalito verde húmedo que sentado sobre una piedra, al verme acercar saltó al agua. Me quedé revoloteando sobre el agua y de repente vi sus pequeños ojitos que me observaban, asomando en la orilla del agua, lentamente salió y volvió a su piedra, comenzando otra vez su bello canto. Ya cansada busqué una hoja en un árbol cercano a descansar del emocionante día y casi enseguida me quedé dormida con el para mi conocido canto de la rana que me devolvía el recuerdo de la seguridad del capullo.

A la mañana siguiente volví a la zona del eucalipto donde revolteaban por lo menos una docena de mariposas como yo, que hermosa visión! Me uní a ellas y cuando los pájaros empezaron a cantar les enseñe mi baile del día anterior, ellas me siguieron copiándo mis movimientos, disfrutabamos plenamente de cada vuelta, de cada subida y de cada bajada, notámos que los pájaros cantaban con más fuerza y sacaban de su repertorio sus mejores melodías inspirados por la belleza de nuestro baile volador, hasta el viejo eucalipto movía sus hojas al son de la música!
Fue un momento mágico en un lugar mágico!

Carina

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