La garza que quería conocer mundo

Nació en una charca muy cerca del mar, de hecho la charca desembocaba en el mismo. De pequeña jugaba con las gallinetas, garzas reales, zarapitos, chorlitejos y durante un tiempo también conoció a un flamenco solitario muy sabio, que no se sabe como había llegado allí y de la misma manera desapareció otro día.

Durante su adolescencia volaba con sus amigos de la charca sobre los alrededores de la misma, a veces sobre las dunas, otras se adentraban en el mar hasta que ya apenas veían la costa y otras sobre los hoteles, jardines y piscinas que había en aquella zona, donde veía y oía a los ruidosos loros verdes.

Ya en aquella época soñaba con conocer el mundo fuera de lo que era la zona de la charca, pero no se atrevía a ir más lejos de lo que sus compañeros de vuelo quisieran ir.

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Durante una noche no pudo dormir pensándo en lo que hubiera fuera de su lugar de nacimiento y por la mañana lo tenía decidido, aquel día iba a aventurarse más allá de lo que había conocido hasta ahora, acompañada, o en caso de que sus amigos no quieran ir con ella, sóla.

Cuando apenas había salido el sol se puso a pescar cerca de su nido, desayunó abundantemente, ya que no sabía que es lo que le esperaría fuera de la charca, tal vez pasara algún tiempo hasta que vuelva a encontrar una charca donde encontrar comida.

Levantó vuelo, sus amigos la acompañaron durante un tramo corto y cuando se cansaron volvieron a su casa, abandónandola a su aventura. Sobrevoló los hoteles ya conocidos con sus bellos jardines y piscinas hasta que llegó a una zona más montañosa. Qué suerte, de pronto vió  allí abajo otro lugar donde brillaba el agua, era una presa bastante grande, decidió seguir, ya que no estaba hambrienta todavía, pero guardó en su memoria aquel lugar, donde estaba segura habría deliciosos peces.

Siguió volando sobre casas aisladas, pueblitos y pueblos más grandes en los cuales sobresalía siempre un edificio mayormente blanco con una torre con campana, una iglesia. Después de un tiempo más largo llegó a una ciudad, muy sorprendida y curiosa decidió bajar un poco para ver de cerca aquel lugar lleno de ruidos y movimiento, vió a las personas corriendo y los coches y autobuses pasando a mucha velocidad y echando humo negro que apestaba, parecía que todos tuvieran prisa, se preguntó el motivo de tanta prisa. Vió el mar y a las gaviotas volando detrás de gigantescos barcos, parecía que ellas también tenían prisa y además se peleaban por lo que tiraban al mar aquellas moles.

A nuestra garza no le gustó aquello, ni la ciudad con sus ruidos y malos olores, ni las prisas de las personas, ni las peleas de las gaviotas. No se quizo aventurar más en el mar, asique se dió la vuelta para buscar aquel lugar entre las montañas donde había visto el brillo del agua. Llegó, después de volar sobre todos los pueblitos y pueblos y fincas que había visto en el vuelo de ida. Bajó en la orilla de la presa, bebió mucho, estaba muy sedienta, pero no había muchos peces por allí, decidió adentrarse en la presa, encontró algunos, pero la pesca se le hacía dificil en la profundidad de la presa, volvió a la orilla y buscó un lugar oculto entre los juncos altos donde dormir.

Por la noche la despertaron ruidos de personas y coches, había venido una familia y estaban montando una tienda de campaña muy cerca de donde ella estaba, sabía que allí no la verían, pero decidió irse al amanecer. Se volvió a dormir, hasta que la despertó una ligera claridad, había llegado el alba, voló hacía la mitad de la presa para buscar comida, encontró algunos peces, suficientes para seguir con su vuelo.

En lugar de volver en dirección a la charca decidió ir hacia el sureste, voló sobre montañas, algunas pequeñas presas hasta que llegó al mar, pero allí no había playa, eran altos acantilados que sobresalían del mar. Se dió la vuelta, hasta llegar a la zona poblada, vió una zona con grandes piscinas, tubos y toboganes y luego otra zona verde en cuyo medio había una pequeña charca, le gustó aquello asique bajó a la charca, había patos, algunos llevando a una docena de patitos detrás y gallinetas, en el medio había una zona de juncos donde estaban los nidos de las diferentes aves, pero lo que más le gustó era el pequeño puente lleno de niños tirándoles pan a los patos. Le gustaban aquellos seres pequeñitos con sus movimientos torpes y risas de asombro.

Decidió quedarse en aquel lugar, era pequeño, pero se respiraba un ambiente feliz.

Carina

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