Pues el pájaro cantor jamás se para a cantar en árbol que no da flor.
José Hernández
Lo primero que recuerdo, es una intensa oscuridad alrededor mío, a veces el lugar donde estaba colocada se mojaba y otras sentía un calorcito agradable que venía desde arriba. Me hinché hasta que algo se rompió y noté que estaba creciendo, por un lado una puntita blanca tiraba hacía abajo y otra del mismo color buscaba el calor que venía de arriba e intuía que allí habría algo especial.
Pasó un tiempo y de mi bracito que iba hacía abajo salían más bracitos para colocarse por los alrededores y preparase para ser el pie que sujetaría al hermano que tiraba hacía arriba. Éste había llegado a la superficie y se alegraba de la hermosa visión, ya no había oscuridad, había una gran claridad y ese agradable calor provenía de una esfera amarilla, brillante en lo alto en medio de mucho azul. Mi ramita que iba hacia arriba se había tornado verde y de ella iban brotando pequeñas hojitas del mismo color. Después de unas cuántas horas el calor desaparecía y todo se volvía oscuro, casi tanto como antes de salir a la superficie y el calor también desaparecía por lo que las pequeñas hojitas se cerraban, nos ibamos a dormir. Otros días no hacía calor y caía agua, entonces mis bracitos de abajo bebían ávidamente para saciar mi sed.
Más tiempo pasó y mi pequeña ramita ya tenía una altura considerable, otras ramas habían salido de mi centro y muchas hojitas verdes, que como siempre se cerraban todas las noches para ir a dormir. Veía a otros árboles a mi alrededor, pero no eran verdes cómo yo, estaban cubiertos de hermosas flores amarillo, naranja, parecido a la gran esfera de calor que estaba en lo alto y gracias a la cual crecíamos día a día. Las llamativas flores de los árboles vecinos atraían a muchos pajaritos que cantaban alegremente, creando un ambiente encantado.
Cada día me miraba, como crecía, tenía más ramas, más hojitas verdes, pero no aparecía ninguna flor y por lo tanto tampoco venían pájaritos a cantar en mis ramas. Porqué yo no tenía flores? Mi tronco era igual al de los otros árboles, también mis ramas y mis hojitas, las hojitas de los árboles vecinos también se cerraban de noche para dormir. Incluso abajo en la tierra mis raices era similares a las de los árboles vecinos, eran fuertes y se expandían por toda la zona, por lo que a veces nos tocábamos, me gustaba ese contacto con mis vecinos debajo de la tierra. Entonces porqué yo no tenía flores?
Pasaron algunos años y yo seguía sin flores, mientras que mis vecinos estaban tan cubiertos de ellas, que solo se veía el color naranja, casi no se distinguía el verde de sus hojas y se llenaba de pájaros cantores. Mi único consuelo era ver a los niños que disfrutaban jugando bajo mi sombra, o alguna pareja que se sentaba a mis pies para refrescarse en los días calurosos del verano.
Vino una temporada muy seca, nunca caía agua del cielo, nuestras raíces estaban sedientas e escarbaban la tierra más profundamente para buscar cualquier hilo de agua que pasara, incluso entre piedras y rocas. Mis vecinos habían perdido sus bellas flores y yo mis hojas, pensamos que todos nos ibamos a secar completamente, que suerte tener unas raices tan trabajadoras, cada día encontraban alguna gota que nos ayudaba a sobrevivir.
Llegó un día en el que hizo más calor que nunca, estabamos agotándo nuestras últimas reservas para no secarnos completamente. De repente por la tarde el cielo se puso completamente negro, grandes nubarrones amenazantes habían llegado, y de pronto se abrió el cielo, las nubes descargaron durante media hora con fuerza una tromba de agua que inundó completamente el suelo donde nos encontrábamos, nuestras raices, tronco y ramas cantaban de alegría, bebían y bebían hasta casi atragantarse, que sedientos habíamos estado.
Una semana después vi con sorpresa una pequeña flor roja en una de mis ramas, no me lo podía creer, volví a mirar por si había sido un espejismo, pero ella seguía alli, al día siguiente noté la segunda flor y la primera había crecido un poco más. A la semana tenía varias flores más. No cabía en mi de orgullo, yo también tenía flores, era igual que mis vecinos, incluso el color de mis flores era más rojo, cuando los demás volvieron a cubrirse de flores, yo destacaba en el medio. Ahora los canarios, mirlos, gorriones y jilgueros también venían a mis ramas a cantar, que felicidad!
Carina
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