Reigi Sa Ho, una perspectiva de Aiki revisada

La etiqueta es una herramienta muy útil para ayudar a la gente de pensamiento independiente, diversas culturas, y tiempo invertido en orígenes étnicos para establecer el orden, así como para desarrollar un entorno cuidadoso y escrupulosamente mantenido de mutuo respeto y consideración por los derechos de los demás y su bienestar final. Es la base social, por así decirlo, para los líderes y los individuos iluminados, de suspender de momento, sus prejuicios, creencias y auto limitaciones impuestas por el bien de la interacción social armónica, respetuosa y mutuamente beneficiosa con los demás. La especie humana es la única, de la que soy consciente, que considera que esta forma de disciplina social sea útil y necesaria. También ha demostrado ser igual de difícil de alcanzar, y en constante necesidad de redefinición y refuerzo. Realmente un trabajo en progreso.


¿Hay valor y mérito en tener directrices aplicables que trabajan para establecer las normas básicas comunes de conducta y reglas de etiqueta para el entrenamiento y actividad del Aikido? Desde luego que sí, ya que tanta tradición, conocimiento y historia puede ser transmitida a una más amplia y más diversa audiencia de practicantes serios y sinceros del arte. Deben establecerse éstas directrices en hormigón o piedra, y ser aplicadas sin pensar en lo referente a diferencias o razones culturales, étnicas o personales? Creo que no, como los Principios de Aiki triunfa el convenio del Aikido, con el atractivo universal y la flexibilidad de la aplicación de estos principios que son de primordial importancia. A cada dojo se le debe permitir establecer su propia versión funcional de modelo tradicional, y no tener que rendir cuentas arbitrarias por dichas decisiones.

En mi opinión, la mayoría de las normas establecidas y aplicadas de la etiqueta son, en el mejor de los casos, arbitrariamente determinadas, culturalmente específicas, y nunca pretenden ser una invitación con todo incluido para la gran mayoría de los ciudadanos a participar en forma incondicional, sin duda alguna, o sin tener en cuenta las posibles consecuencias en el futuro. En otras palabras, estos llamados «estándares» están principalmente diseñados para permitir a cierta clase de ciudadanía de manera efectiva de diferenciarse de otros niveles y clases sociales existentes, a través de pautas bien establecidas y niveles de privilegio y permitir la participación. O cumples con dichas normas, voluntariamente o no, o serás potencialmente condenado al ostracismo y desterrado de una mayor implicación con ese grupo en particular. A continuación, corres el riesgo de que te sean negados los privilegios específicos y el acceso a los beneficios definidos y regulados por los arraigados, y muy a menudo con derecho, delegados de esas meticulosamente desarrolladas organizaciones.

En el mundo de las artes marciales, sin embargo, no es así como las reglas y la estructura de normas adecuadas y aceptadas de la etiqueta se definen o preveen tradicionalmente. Es cierto que los estándares establecidos se han mantenido durante largos períodos de tiempo, con las artes Koryu rastreando su linaje por siglos. Sin embargo, creo que las bases fundamentales de tales advertencias tradicionalmente honradas tienen su origen en las laudablemente mayores necesidades humanas por la justicia, la rectitud, la compasión y el sueño de un estado superior de los logros individuales a través de la perseverancia larga y solitaria, y el esfuerzo humilde. Un sueño trasciende las diferencias culturales, en mi opinión, e incluye a cualquier persona, independientemente de su posición social, que esté dispuesto a pagar el precio único y definitivamente alto de la dedicada e incondicional membresía a dicha organización.

Por lo que sé o pienso del fundador del Aikido, él probablemente rechazaría toda la conversación de «inclinación necesaria» a un Shomen o Kamiza como una costumbre tonta, y tal vez anticuada, y una distracción innecesaria arbitraria a la meta del tranquilo entrenamiento de su Aikido. Este último propósito del Aikido, en mi opinión, es crear y mantener un ambiente donde todo aquel que sea honesto y esté dispuesto a trabajar a través de las diferencias de estilo, experiencias, preferencias individuales y malentendidos ocasionales, pueda encontrar un terreno común en la gran capacidad de visión, la tolerancia y la compasión, que por suerte se encuentra en abundancia en el Aikido del Fundador.

Cuando hacemos una «gran cosa» por encima de cualquier demanda singular de cumplimiento exigido a la etiqueta establecida, nos enfrentamos al riesgo real de ignorar y perder tal vez la esencia misma de la razón por la que nos reunimos para entrenar. No es por la sencilla razón de reforzar las normas obligatorias de conducta, tanto como lo debe ser de permitirnos a nosotros mismos el derecho a permanecer abiertos a nuevos y hasta desafiantes puntos de referencia, distintos de los nuestros. Estamos en efecto quitando»nuestros ojos del premio» de crecer juntos en el Aiki, estando verdaderamente comprometidos en virtud del entrenamiento respetuoso, de corazón y mente abiertos. Está quizás en ésta forma de llegar a los demás a través de este entrenamiento, que nos podamos encontrar felizmente abiertos a encontrar un terreno común sobre asuntos que no necesariamente estén ligados sólo al entrenamiento, sino a las respuestas a los misterios de cómo ponernos todos de acuerdo con seguir juntos llevándonos bien. Esto es lo que Kisshomaru Doshu llamaba «nakayoku keiko», o entrenamiento alegre en paz y con buena voluntad en nuestros corazones, energía sanadora en nuestras manos, y la alegría inconfundible y gratitud en nuestros movimientos.

Sonríe, estás en el Aiki desinteresado!

En lo que respecta a la cuestión de «¿Deberíamos estar obligados a inclinarnos ante el Shomen o Kamiza»? Como un elemento integral de un adecuado Reigi, he tenido varios casos de personas serias y con buenas intenciones confíandome sus reservas a la exigencia de hacer una reverencia al shomen, que en todo lo demás, eran respetuosos, considerados unos con otros, y comprometidos en el entrenamiento de buena fe con el resto del grupo. Si yo hubiera terminado caprichosamente con su afiliación, sería mi dojo, yo y mi sentido con el Aikido del Fundador, que hubieran sufrido una pérdida irreparable. El hecho de que no haya cedido a una reacción tan arbitraria y corta de vista ha dado lugar a excelentes estudiantes de Aikido, y el mantenimiento del respeto mutuo y la armonía en mi dojo.

Tal vez una discusión franca y tranquila sobre las razones de la parafernalia tradicional de la etiqueta común del dojo sería la primera orden del día con un miembro con problemas, y esperando llegar a un acuerdo mutuamente satisfactorio con alguna conducta alternativa, aceptable para todos, que tomaría el lugar de la inclinación física a un shomen o kamiza. Este tipo de comportamiento nunca, en mi experiencia, ha garantizado la más alta forma de cumplimiento de las reglas del dojo, la fidelidad a los principios Aiki, o garantizar el verdadero sentimiento y la intención pura de la persona a los demás en el dojo.

El fallecido Shoji Nishio Sensei autor de «Yurusu Budo», que yo personalmente interpreto de favorecer la tolerancia razonada de una situación temporal insatisfactoria, mientras se esté honesta y compasivamente trabajando en una solución universalmente justa y aceptable para ambas partes a través del entrenamiento serio del Aikido, con genuina atención y respeto a las diferencias y las interpretaciones culturales.

Bushi no nasake, o la compasión del guerrero, es un tiempo honrado y la apreciada actitud de presencia, y un rasgo de carácter para eventualmente cultivar en uno mismo. Junto con Reigi Sa Ho, en verdad una poderosa combinación de rasgos.

Francis Y Takahashi
Traducción Carina

Fuente: Aikido Academy USA

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