Pocos deseos hacen feliz a una persona

La felicidad es transparente, sin la sombra del interés, sin el suspiro que viene de la búsqueda interminable. Una persona sabia no permitiría a la prosperidad y al poder dominar su vida. Cree que el destino es justo y sigue el curso natural de las cosas.
Muchas personas están preocupadas sobre su incapacidad de satisfacer sus deseos en la vida. Aunque estén angustiadas por deshacerse de sus preocupaciones, no pueden encontrar la verdadera fuente que genera este malestar. Si nos preguntamos los motivos de nuestra angustia e infelicidad, seguramente los motivos estarán resumidos de la siguiente manera: mi jefe es muy miserable; mis amigos son desleales; mis hijos no cumplen mis expectativas; no consigo suficiente dinero para mis gastos, entre otros tantos. Pero hay una característica común, pensamos en las pérdidas y ganancias personales en exceso y consideramos que la culpa de nuestros problemas la tienen otros. Nunca realmente miramos hacia adentro para encontrar nuestros propios defectos o faltas.
Cuando el deseo de alcanzar beneficios materiales y espirituales se expanden sin cesar, nuestras mentes serán engañadas fácilmente. Viviremos en los extremos de ser muy felices al obtener una pequeña satisfacción y nos volveremos muy tristes ante la más mínima pérdida.
Nuestras ambiciones no tienen ningún límite. Si una persona no puede ver a través de la naturaleza verdadera de la vida, todo girará entorno a satisfacer deseos y necesidades, y durante toda su existencia nunca logrará despojarse de sus preocupaciones. Es porque cuando un deseo está satisfecho, uno nuevo emergerá.
Una historia cuenta que el Emperador Tang Suzong (711-762) de la Dinastía Tang estaba atormentado por sus tantas preocupaciones. Entonces decidió buscar a Huizhong, un maestro Zen de Nanyang, y tomarlo como su maestro, esperando que este pudiera despojarlo de sus preocupaciones y dificultades convirtiéndolo en un Buda libre de todo mal.
Un día el Emperador Suzong preguntó al maestro: “¿Cómo puedo obtener el Tao?” Huizhong le contestó: “La Ley Buda está en la mente de uno ¡Nadie puede pedírsela a otro! Mire Su Majestad esa gran nube fuera del palacio ¿Pueden sus guardias imperiales bajarla y colocarla en el pasillo?” Tang Suzong contestó resignado: “¡Claro que no!”
El maestro continuó: “La gente siempre busca cosas del Buda. Unos piden honor y un puesto oficial; unos buscan riqueza y longevidad; otros buscan una mente pacífica libre de problemas. ¿Cuánta gente busca realmente cultivarse en un Buda?” El Emperador Suzong debido a sus grandes aspiraciones preguntó otra vez: “¿Cómo puede uno alcanzar el estado de Buda?” El maestro le contestó: “¡El deseo hace a Su Majestad tener tales pensamientos! Si usted no piensa en cultivarse hacia adentro y derrocha su vida en fantasías sin sentido, después de unas cuantas décadas de soñar, usted será sólo un esqueleto. ¿No es esto inútil?”
“¡Ah! ¿Pero cómo puede uno no tener ninguna preocupación o tristeza?” refutó el Emperador. Huizhong contestó fácilmente: “Aquellos sin la preocupación pueden verse a si mismos claramente. Una persona que se cultiva en un Buda nunca buscará obtener un tranquilo cuerpo de Buda, en cambio mirará dentro de si mismo para eliminar sus deseos. Sólo aquellos que se preocupan pensarían cómo deshacerse de sus preocupaciones. La cultivación es un proceso para limpiar la mente de uno, nadie puede hacerlo para el otro. Cuando uno se despoja de deseos personales y deja de cuestionarse las cosas, ¡uno realmente posee el mundo entero!”
Por nuestras expectativas de alcanzar la felicidad, lo que obtenemos no es la verdadera felicidad, sino sólo la búsqueda de la felicidad. Nos aferramos a nuestros logros porque tenemos miedo de perderlos, a causa de este miedo tratamos de obtener más logros mediante más esfuerzos; así la felicidad parece estar siempre delante de nosotros. Llegando a este punto, lo que ocupa verdaderamente nuestra mente es sólo la búsqueda de obtener más cosas y el miedo de perder las que ya tenemos. En este estado expulsamos de nuestros corazones toda sensación de felicidad.
No vamos a encontrar la felicidad buscando externamente, la arena no se retira con las mareas; no importa cuanto tengamos, lo importante está en el pensamiento y en el corazón de cada uno. Es cierto que uno busca y obtiene reputación e intereses que puede ver, tocar y entender, pero lo que uno realmente pierde es la fuerza física y espiritual.
Vemos que hasta una persona tan poderosa como un emperador, que posee el poder supremo de un gran imperio, no es capaz de satisfacer sus muchos deseos. Sólo tendremos preocupaciones si no podemos satisfacer nuestros deseos y seremos incapaces de liberarnos de ellos.
Las personas con menos deseos son más felices. Cuando seamos capaces de entender este simple razonamiento, realmente podremos encontrar la verdadera felicidad.
Fuente:Lagranépoca

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