Matthieu Ricard, el hombre más feliz de la Tierra

¿Pueden se compatibles ciencia y religión? La pregunta del millón ha resultado ser afirmativa, y nada mejor que un “monje científico” para contestarla
“El investigador corriente tiene a veces una sensación de frustración cuando realiza grandes esfuerzos que solo se traducen en resultados menores. Puede ocurrir, sin duda, que un investigador realice un descubrimiento de importancia capital, como la estructura del ADN que lo recompensa ampliamente por sus esfuerzos. Pero es la excepción, y me era imposible comparar el interés de la investigación científica con el de la indagación espiritual, que procura una satisfacción y alegría permanentes”

Extracto del libro “El monje y el filósofo”

La cita no pertenece a un científico corriente, y tampoco a un monje. Matthieu Ricard es ambas cosas. Una mezcla exótica, difícil de concebir entre ciencia y espiritualidad; un doctor francés, que es a la vez mano derecha del actual Dalai Lama. Nació en Francia en 1946 y renació en los Himalayas hacia los años 70´. Fue un eminente investigador, doctorado en Genética Molecular en el instituto Pasteur, pero lejos está de la ciencia lo que llevó a este monje budista a ser proclamado en abril del 2007 el “hombre más feliz de la Tierra”.

La increíble historia de Matthieu Ricard, probablemente comience en su adolescencia, cuando un sentimiento de búsqueda lo llevó a interesarse en textos de variada índole espiritual y distintas corrientes religiosas. Paradójicamente, una de las menos exploradas por el joven era el budismo, a la cual entregaría su vida completa años más tarde.

Sin embargo, la espiritualidad de Matthieu no parecía haber transgredido mucho más allá la barrera de la “normalidad” que hace a la mayoría de los humanos tener momentos de búsqueda interior que, lamentablemente, más tarde han de canjear por una vida más “practica”.
Matthieu Ricard cursó los estudios superiores de biología en la Facultad de Ciencias de París, doctorándose bajo la tutela de profesores de renombre, tal como Francois Jacob. Trabajó varios años como investigador del Instituto Pasteur, y se especializó genética molecular. Todo parecía indicar, a los ojos de la sociedad, que la carrera científica de Matthieu podría igualar un día en popularidad y prestigio a la trayectoria que su padre, Jean Francois Revel, había cosechado como filósofo, escritor y periodista a lo largo de tantos años.

Pero el destino dio un giro inesperado (y desagradable para su familia), cuando Matthieu decidió afincarse en lo remoto del Himalaya, al término de su tesis doctoral en 1972. Allí, bajo las enseñanzas de un conocido maestro de la escuela budista, Kangyur Rinponche, Matthieu decidió mudar su meta del perfeccionamiento científico, al perfeccionamiento espiritual. Tal como recuerda en el libro “El monje y el filósofo”, escrito en base a charlas mantenidas con su padre, “durante mis viajes, me fui dando cuenta que, cuando estaba en frente a mi maestro, olvidaba fácilmente el Instituto Pasteur, lo que significaba mi vida en Europa, y de que cuando estaba en el Instituto Pasteur, mi espíritu alzaba vuelo hacia el Himalaya, y tomé una decisión de la que nunca me he arrepentido: ¡instalarme allí donde deseaba estar!”

Actualmente Matthieu reside en el monasterio Shechen Tennyi Dargyeling, República de Nepal. Sus actividades sociales como comunicador entre el Tíbet y occidente (muy pocos conocen la lengua de la cultura de los lamas) son abundantes. El mismo es autor de numerosas obras Best Seller, cuyas millonarias sumas siempre han ido a parar a hospitales, colegios y otras acciones de caridad en el mundo, lo que le valió la Orden al Mérito Nacional Francesa. La fotografía, una de sus pasiones, también han servido para ilustrar numerosos libros, y se esfuerza en dar a conocer la imagen de la humilde vida de los tibetanos al resto del mundo.

Su contribución como mediador entre la ciencia y la espiritualidad de los mojes budistas siempre tuvo un papel fundamental en las convenciones realizadas en el marco de la neurología y la psiquiatría, disciplinas que han avocado mucho tiempo en el estudio del cerebro de los religiosos en los últimos años. Incluso el mismo Matthieu fue voluntario para tales experimentos con resonancia magnética y otros métodos, en los cuales los científicos creen haber encontrado un patrón válido para medir la felicidad humana. La consecuencia de estos experimentos ha situado a Matthieu Ricard como el hombre más feliz del planeta, título ganado entre otras cosas, por mostrar una actividad inusitadamente marcada hacia el lóbulo frontal izquierdo de su cerebro.

Matthieu contribuyó a estudiar la plasticidad cerebral de los monjes, los beneficios de la meditación, y los misterios del entrenamiento cerebral, junto a autores tan reconocidos como Daniel Goleman.

Tras una larga trayectoria espiritual, en 1989, comenzó a trabajar como interprete de francés y consejero personal del actual Dalai Lama, Tenzin Gyatso.

Como cualquier monje tibetano, Matthieu siempre ha tratado de mostrar al mundo la injusta ocupación que el Tíbet sufre por parte del comunismo Chino, y la violencia ejercida por este sobre el pacífico pueblo del Dalai Lama. “La invasión fue implacable” recuerda Matthieu en una de sus obras. “hombres, mujeres y niños fueron encarcelados o encerrados en campos de trabajo, y ya fuera que cayeran victimas de las ejecuciones o de las torturas y el hambre en los campos y las cárceles, el hecho es que mas de un millón de tibetanos (uno de cada cinco habitantes) murieron a raíz de la invasión china. Inmensas fosas comunes se fueron llenando una tras otra. Ya antes de la revolución cultural se destruyeron seis mil monasterios, casi la totalidad. Las bibliotecas fueron quemadas, las estatuas rotas y los frescos destrozados”.
La vida y el cerebro de Matthieu Ricard, así como la del Dalai Lama y la de muchos otros monjes eminentes, demuestran que la ciencia y la espiritualidad pueden estar conectadas, sin necesidad de excluirse una a la otra. Mas aún, la primera puede llevar al entendimiento de la segunda, la cual a su vez, puede colocar al hombre en el estado verdadero de la felicidad. Por que tal y como Matthieu Ricard confirmó en los experimentos del Laboratorio de Neurociencia Afectiva de la Universidad de Wisconsin, la felicidad máxima no viene de la mano de la ciencia, sino de la búsqueda interior.
Fuente:Lagranepoca.com

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