La guerra convertida en deporte

El interés por las artes marciales durante los últimos treinta años no ha parado de crecer. La popularización como actividad deportiva y el impacto de películas, libros y series han provocado que lo que antaño era territorio de monjes y guerreros pase a formar parte de la cultura popular.

El término arte marcial hace referencia a todo sistema codificado de lucha o de entrenamiento, armado o desarmado, que no usa las armas modernas como las pistolas. Pese a que muchos las consideren inherentes a la cultura oriental, lo cierto es que cada civilización ha desarrollado su propio arte marcial, ya sea en Europa, América, Asia, África u Oceanía. Aunque no se pueda determinar su origen, las primeras referencias a las artes marciales están datadas en el 2000 a. C. en Egipto, donde se encontraron unas pinturas que representaban a varios luchadores.

La actual prevalencia de lo oriental en la cultura de las artes marciales tiene su razón en la llegada de la Edad Moderna al Extremo Oriente. De hecho, “arte marcial” viene de la traducción al inglés del término chino “wu shu”, en el año 1882. Así pues, con el cambio que se produjo en China y Japón, las artes marciales dejaron de ser una actividad exclusivamente militar para también formar parte de la “mejora física y espiritual de la nación”. Este es pues el origen de la faceta ociosa del arte de la lucha.

Para desmontar la falsa creencia popular de que son un fenómeno exclusivamente asiático, basta con citar algunos ejemplos conocidos como la lucha grecorromana en Europa o el capoeira en Brasil, y otros no tan conocidos como el batareiach irlandés, donde se lucha con bastones.

Para clasificar a las distintas artes marciales se tiene en cuenta si se usan armas o no. Dentro de las que no usan armas, pueden estar especializadas en patadas, puñetazos o llaves. Y dentro de las que usan armas el abanico es bastante amplio, teniendo en cuenta que no se utilizan en las artes marciales las armas de fuego. Las principales suelen ser espadas, lanzas, arcos o bastones y, a veces, suelen acompañarse de otras secundarias como cuchillos, cadenas o mazas, entre otras.

Muchos maestros siguieron durante el Siglo XX la corriente de inventar nuevas artes marciales basándose en otras y aplicándolas a los retos del mundo moderno o mezclando las técnicas de varias. Uno de las más famosas es el Jeet Kune Do, inventado por el archiconocido Bruce Lee. En este arte marcial se fusionan los mejores aspectos del wing chun, savate, boxeo e incluso esgrima, eliminando todos aquellos movimientos que perjudiquen la flexibilidad.

Precisamente es Bruce Lee uno de los artífices del gran avance mediático que dieron las artes marciales a partir de la década de los setenta del siglo pasado. La proliferación de películas de acción, protagonizadas por el propio Lee o por otros luchadores famosos como Chuck Norris o Jackie Chan hicieron del cine de artes marciales un género propio.

Dentro de esa categoría se han rodado innumerables cintas de acción. Por méritos artísticos o por la repercusión que tuvieron en su momento, destacan “Karate Kid” (1982) —cuyo gran éxito revitalizó el interés por las artes marciales- y “Tigre y Dragón”, película que obtuvo diez nominaciones a los Oscar —entre ellas mejor película y mejor director-, ganando cuatro de ellos.

En España el fenómeno se observa en los gimnasios. Hace unos años, además de los centros específicos donde se enseñan kárate, judo y taekwondo- las artes marciales más practicadas-, ha habido un “boom” en cuanto a las disciplinas marciales aplicadas a la salud. Una de las modalidades que más triunfa es el “Body combat”, que sincroniza Kick Boxing, Karate, Kung Fu, Tai-Chi, Full Contact o Twaekondo con la música y generan un ambiente cargado de energía.

Fuente:ElImpercial.es

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