Es una pena que hasta lo espiritual se consuma

En el dojo, penumbra y sosiego. En la calle, calor y ruido. A Pedro Martín no le gusta la algarabía. «Yo no quiero hacer ruido, me dan miedo estas entrevistas porque siempre se destacan los tópicos, lo que más ruido hace. Quiero ser preciso, que la gente entienda qué hago y por qué lo hago, que no crean que enseño artes marciales para pegarse». El ruido, el miedo, los tópicos. Pero aquí, en el dojo, ni hay ruido, ni hay miedo, ni hay tópicos. Se está bien, se charla a gusto.
-¿Pero qué es un dojo y qué enseña usted en este dojo?
-Este lugar se llama Kenshinkan dojo. Ken es sable, sin significa espíritu y kan, casa o escuela. En un dojo se enseñan artes marciales tradicionales, hay que diferenciarlo de un gimnasio. Aquí enseñamos varias disciplinas de artes marciales japonesas. A las artes marciales japonesas tradicionales se las conoce como Budo. Bu significa guerra, pero con el sufijo do (camino) tiene un sentido educativo, un concepto filosófico. Enseñamos Kenjutsu tradicional, nuestro estilo es el Tenshin Shoden Katori Shinto Ryu, la escuela de Bujutsu de mayor antigüedad. El sufijo jutsu significa técnica. Nuestro grupo de Katori Shinto Ryu se mantiene en activo desde hace 21 años, es uno de los más longevos de Europa. Otro profesor enseña arte marcial filipino: Kali/Eskrima. También enseñamos Tai Chi Chuan y Chi Kung, que son artes marciales chinas muy terapéuticas, una gimnasia saludable excelente para mantener la salud corporal. Hay un grupo de defensa personal creado aquí dedicado a las penitenciarías, cómo dirigir a las personas en las penitenciarías, cómo controlar el ambiente, desenvolverse. Los alumnos son todos funcionarios de prisiones de Extremadura. Es un concepto paralelo al arte marcial tradicional, nada violento.
-¿Extremadura tiene un alto nivel en estas disciplinas?
-Todos los profesores formamos parte de un núcleo que se formó en lo clásico. Hay excelentes maestros en Cáceres, en Mérida, en Plasencia. Los conozco desde hace más de 30 años. No es general en toda España. El Budo del que nos alimentamos cuando éramos pequeños iba en la dirección de lo clásico, de la investigación y el estudio. Y esa semilla la hemos expandido por Extremadura. Luego surgió la Federación Extremeña de Karate, que ha hecho un trabajo formidable.
-¿Llama la atención que haya aprendido usted todo esto en Badajoz?
-Cuando yo era joven, las oportunidades de los jóvenes eran ínfimas. Ahora, con 15 años cogen aviones, viajan, tienen una suerte bárbara. Las posibilidades de nuestra época eran ir al colegio y educarnos, que ya era mucho. Después, el 90% de mi energía fue hacia formarme en lo que hago. Empiezo a estudiar en Badajoz con Domingo Martínez, que es de Cáceres, el primer profesor de karate que hubo en Extremadura. Después salgo fuera, fui a Japón, a Estados Unidos. Japón ha sido un mito para los buscadores de este mundo. Yo soñaba con viajar a Japón y con el guerrero, que era un ideal de caballero, de comportamiento cívico. Ahora, en este campo en el que yo me muevo, los chicos tienen posibilidades completas de formarse aquí en Extremadura, donde hay un nivel educativo en torno al arte marcial como cultura y educación altísimo. Ahora no me iría de aquí a formarme fuera.
-¿En su familia había antecedentes de personas dedicadas a lo espiritual, lo oriental, el conocimiento de uno mismo.?
-Para que nos vayamos entendiendo, tampoco quiero que las personas relacionen el arte marcial con lo espiritual y el desarrollo de uno mismo, con la ‘new age’. Intento que mi punto de vista sea educativo y de cultura. Yo me recuerdo desde que estoy en este campo estudiando los orígenes de las escuelas, la transmisión de los conocimientos. No creo que esto sea un punto superior de encuentro con uno mismo. Cualquier cosa puede ser un camino hacia uno mismo: los estudios, la literatura, viajar, ser padre. Uno se busca en el plano en que uno se desenvuelve.
-¿Hay interés por aprender ahora?
-En Badajoz no se enseña karate deportivo, sino tradicional. Solo hay un gimnasio donde se enseñe la faceta deportiva. El resto enseñamos cada uno en nuestro dojo. La enseñanza clásica es más difícil de entenderse. La gente más jovencita está en otra dimensión. Esta formación es muy lenta, de hablar mucho con los padres, que entiendan lo que hacen sus hijos. Pero yo llevo 26 años como profesional de esta enseñanza.
-Su maestro fue Tetsutaka Sugawara. Viene a Badajoz a visitar su dojo desde 1996. ¿Qué opinan estos maestros cuando visitan Extremadura y observan el nivel de nuestras enseñanzas de Budo, etcétera?
-Viene a esta casa, a estar aquí con nosotros. No lo llevamos por ahí para exhibirlo. Viene porque un amigo cercano lo llama. Viene a enseñar a adultos. Hace ese gesto de salir al extranjero porque sabe que hay receptividad y sintonía.
-¿Cuál es la reacción de su padre cuando le dice a sus 22 años que se va a dedicar a enseñar artes marciales?
-Imagínese. Me recuerdo a mí mismo con el sueño de ser un artista marcial, desde siempre, desde que empecé. Quise hacer Inef, ser historiador con título. Pero he acabado siendo historiador sin un título, un viajero. Hago lo que quiero. Finalmente he conseguido en este campo estar donde yo quiero estar. En aquella época costaba salirse de la norma, fue complicado, pero yo me planteo la vida como un reto, no está la vida como para perder el tiempo y no afrontar los retos. No concibo una vida plana para nada, ni concibo un trabajo plano.
-¿En ningún momento tuvo dudas.? Una ciudad pequeña, podría quedar marcado como persona rara.
-Es que mi círculo de amigos estaba también en gran parte en este mundo. Sí te sientes singular porque personas que se dediquen a esto en Extremadura hay una o dos y media docena en España. Se suele compaginar el trabajo con esto, pero una escuela dedicada a esto y que alguien viva de enseñar una tradición que es extrañísima pues es un poco anacrónico. Yo vivo de enseñar tradiciones japonesas del siglo XV o XVI. La verdad es que es muy raro.
-¿Cómo se diferencia su vida de la de sus vecinos?
-Solo en el hecho de dedicarme a esto. Por lo demás, soy una persona normal con su familia, sus amigos, su tiempo libre, sus horarios de trabajo, sus meteduras de pata.
-¿La crisis influye en lo que enseña, cómo? ¿Y en usted, marca sus emociones?
-A mí me preocupa enormemente la crisis. No como empresario, sino como problema y me preocupa la salida de la crisis como refundación de otro sistema. No me acaba de gustar el sistema que hemos creado entre todos. Me preocupa que se vuelva a recrear lo mismo: la motivación del consumo, el neoliberalismo a espuertas, etcétera. Y que se recree porque sí. Y me preocupa el paro. Yo no contabilizo la crisis en el número de altas y de bajas del dojo, pero me preocupa que mis amigos estén con problemas de trabajo, que se hayan quedado en la calle después de un ERE. La crisis es económica, pero también un punto de apoyo para saltar y decir que hay una crisis de valores. El tema del consumo es una inmoralidad. A ver si surge algo distinto después de esto, pero lo veo muy complicado. Yo tengo un dojo humilde, mi vida es muy sencilla. Soy partidario de ir ligero y así he vivido toda mi vida.
-¿Se puede ser mejor persona o más feliz siguiendo sus enseñanzas?
-No me gusta el planteamiento de que alguien se refugie en algo para ser muy feliz. Me parece un autoengaño. No creo que esa felicidad sea real. La felicidad no está encerrada en un sable, ni en un libro, ni en un dojo, ni en una belleza, ni en una relación. La felicidad es saber que uno está en el sitio que quiere estar, es conocer la justa medida de las cosas, sentirte útil, poder compartir lo que tienes. En la vida, si no compartes, no tienen sentido la mayoría de las cosas. Si viviéramos solos, ¿para qué trabajaríamos, leeríamos, iríamos al cine? Cuando alguien me dice que es más feliz haciendo Aikido, no me gusta ese planteamiento.
-Badajoz se moderniza, ¿eso se nota en la prisa y en la necesidad de sosiego?
-Estoy leyendo mucho al respecto. Me encanta Luis Racionero. Tiene una visión de la vida muy acertada que ha heredado de otros pensadores, sobre todo ingleses. La ciudad está enferma. Estamos enfermos y no hablo de Badajoz. Nos hemos metido en un jardín de vida para el que no estamos hechos. No creo que el hombre esté hecho para tener el ritmo que tiene, el trabajo que no le gusta, la familia que no es natural, el credo que le ha sido impuesto, etcétera. Todos estamos en ese tinglado, viviendo todos o la mayoría contra natura. Somos el efecto colateral de la bomba, que es la ciudad. Badajoz, como cualquier otra ciudad, crece, crece, crece. La cuestión es hacia dónde crece, hacia dónde crecen las ciudades, hacia dónde crecen las personas. Si seguimos creciendo en Cáceres o en Badajoz en el tener. El tener no es un crecimiento. Es un crecimiento a lo ancho y habría que crecer en el ser, ¿pero cómo vas a crecer en el ser y desenvolverte en este mundo que te exige competir? Es complicado. No creo que las ciudades crezcan. Al contrario, creo que las ciudades decrecen.
-¿Le preocupa el paso del tiempo, la edad, la muerte, el dinero?
-El dinero me preocupa lo justo. El paso del tiempo me preocupa muchísimo, yo creo que es el tema que me preocupa desde que me conozco, de toda la vida. Me recuerdo de pequeño, con tres años con esa preocupación. Ahora pienso que el paso del tiempo es bueno para mis alumnos porque les puedo aportar más cosas. La muerte me preocupa porque no acabo de entenderla.
Fuente:Hoy.es
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