El esfuerzo más sereno

Mientras el lector piensa en qué es lo que diferencia a Oriente de Occidente (¿qué es eso que llamamos “Oriente”?), el autor de este libro intenta mostrar cómo la sabiduría de las artes marciales se puede aplicar a la vida cotidiana. Un guerrero, en sus palabras, es “aquel que no se conforma con simplemente vivir y que, al mismo tiempo, aprende a vivir todo lo que la vida le da”. Eso, entre muchas otras cosas que va desplegando el catalán Manel Mejías, instructor de aikido, tai chi, budo taijutsu y kenjutsu. Como para pararse en la hilacha frente a él. Es además osteópata y acupuntor, dice la solapa de este manual que pretende enseñar a liberarse de los miedos y los prejuicios, a potenciar la concentración y a vivir en armonía con uno mismo.
No es el primer texto de esta clase, pero es claro: da lo que un texto puede dar. Dice: “La copia, cuando se aprende una técnica, es necesaria al principio, pero ésta debe dar paso a la originalidad pues ello es signo de creatividad, la gran virtud del budoka”. El budoka es el guerrero. “En la vida cotidiana, debemos copiar muchas veces. Si aprendemos un idioma nuevo (…)”. Mejías, sin duda, ha aprendido japonés. “Prepárate con conciencia”, dice, “evita la búsqueda de la perfección, siente y entiende cada movimiento. En artes marciales, esta atención te llevará a la conciencia de tu movimiento y éste, a su vez, al perfeccionamiento natural”. O sea, la perfección llega sola, en el sentido de que no hay que tenerla como una meta consciente o una obsesión de logro. Ya no nos lo habían dicho, pero no está de más leerlo acá.
“Cada acto, y no acto, de tu vida cierra unas puertas y abre otras. (…) Aprende el límite a partir del cual tu acción empieza a crear karma negativo e intenta mantenerte lo más alejado posible de él”. Luego: “Cuando alguien te la juega, no tengas prisa en vengarte. Deja que el sentimiento de do actúe y sea la misma persona la que busque compensar. En un conflicto de pareja (…)”. Veo que el lector para las antenas, pues todos andamos eléctricos con el temita de la pareja. Pues bien: hay que permitir que actúe el sentimiento de do, aunque no sea de dos (ya lo será). “Realizar artes marciales es como hacer el amor: las formas duras equivaldrían a un sexo vigoroso con satisfacciones físicas y a corto plazo. Las formas blandas equivaldrían a hacer el amor sin esfuerzo, con fluidez, relajado, un movimiento lleva al siguiente… Los beneficios se observan a largo plazo, pero supera a los obtenidos por la anterior vía”. Fácil y difícil. Al final, unos poemas didácticos: “-¿Cuál es la enseñanza final? -No la comprenderás hasta que la poseas”, dijo Shih-T’ou. Y hay más para el guerrero en potencia.
EL CAMINO DEL GUERRERO
Autoayuda
Manel Mejías
Océano / Ámbar
2010, 140 páginas
Fuente:lanacions.cl
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