El desafío de un aikidoca en la exótica Beijing

El tucumano Anta se codeó con los mejores del mundo.«Ustedes están por hacer historia; tienen que dar todo». Con ese discurso recibieron al tucumano Adolfo Anta y el neuquino Gustavo Moreno en Beijing. Fueron los únicos representantes del aikido nacional en los World Combat Games, la gran cita internacional de las artes marciales.

No pudo ser más emblemática la sede de la edición número 15 de los Juegos: el corazón de China, con todo lo que significa estar allí para quienes se educaron sobre los tatamis. Más allá de que el aikido es de origen japonés, para Anta fue una experiencia inolvidable.

Paralelamente, en diferentes escenarios se desarrollaron torneos de karate, taekwon-do, wu shu kung fu (la estrella de la competencia, teniendo en cuenta su origen chino), sumo, yudo, sambo, kickboxing, muay thai (boxeo tailandés) y jiu jitsu, entre otras artes marciales. Fueron alrededor de 2.000 los atletas. Por primera vez se incluyó al aikido entre las disciplinas que conforman los Juegos -en carácter de exhibición-. Todo un compromiso para quienes debieron demostrar las técnicas. Debían seducir e impactar al público con sus habilidades.

«La ceremonia inaugural fue impresionante -destacó Anta-. Los invitados eran Jackie Chan y Jet Li, dos ídolos absolutos. Cuando aparecieron las tribunas se vinieron abajo». Superado el impacto fue tiempo de poner manos a la obra, y para el tucumano fueron días intensos y emocionantes.

A su alrededor, por caso, circulaban las máximas figuras del aikido mundial, con el francés Christian Tissier y el japonés Yoshiaki Yokota a la cabeza.

Anta fue testigo de la guerra de egos entre Tissier -ícono de la disciplina en Europa- y Yokota -su émulo en Oriente-. Las exhibiciones que ambos realizaron fueron las más extensas e impresionantes. Eso sí: en ningún momento se dirigieron la palabra.

¿Qué pasaba con los argentinos en medio de semejante batalla de talentos? «Me quedo con lo que me dijo Kei Izawa, que estaba a cargo de la organización: ’ustedes están al nivel de los mejores del mundo’. Para nosotros fue gratificante; por lo que demostramos y por lo que aprendimos. Hicimos seis exhibiciones y nos entrenamos con el máximo rigor», resumió.

Fuera de los estadios y del gimnasio, Anta descubrió las particularidad de un país que combina la cultura milenaria con el progreso y la tecnología. Volvió deslumbrado por la Gran Muralla, el Palacio de Verano y el Palacio de la Seda, pero también por el cuidado de la naturaleza y la planificación con la que crece Beijing. También por el orden y el respeto de la sociedad, lo que contrasta -por ejemplo- con el hecho de que la población no tiene acceso libre a internet. Además destacó lo accesible de los precios: lucía una campera negra de muy buena calidad por la que había pagado $ 80.

Los aikidocas no fueron los únicos argentinos en los Juegos. Entre ellos, Anta conoció a un colega que se fracturó la tibia practicando muay thai, y a dos competidores ¡de sumo! Claro, no eran tan gordos como esas moles que se ven por TV desde Japón.

«Siento que logré sacar del anonimato al aikido», se congratula Anta, ilusionado por las perspectivas de crecimiento. Y, nobleza obliga, agradeció a quienes lo ayudaron a viajar a China: Alberto Olea, el Gobierno provincial y Daniel Cano, entre otros.
Fuente:lagaceta.com.ar

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