El asombroso caso de Chunosuke Matsuyama

En el año 1784 una gran tormenta del Pacífico sorprendió a un barco de buscadores de tesoros japoneses. Tras luchar durante gran parte de la noche contra la furia de la naturaleza la embarcación terminó yéndose a pique y llevando consigo a varios tripulantes. No obstante, en un golpe de suerte, o quizás falta de esta, 44 marineros lograron nadar hasta un islote de coral. Allí durante algunos días soportarían al impiadoso sol sobre sus espaldas esperando inútilmente hasta morir deshidratados. Muchos, enloquecidos por haber bebido agua salada a causa de la desesperación, se arrojarían a nadar solo para morir en el medio del océano, otros, como es el caso de Chunosuke, quien además era el capitán, permanecerían en el coral con el resto de su tripulación. Ya desesperanzadado y con sus últimas fuerzas Chunosuke grabaría la travesía y el sufrimiento de su tripulación en un fragmento de madera, el cual, tras introducirlo en una botella, arrojaría a las aguas con la esperanza de que esta algún día fuese llevada a su familia. Desafortunadamente la botella nunca llegó a manos de su familia y esta permaneció durante generaciones flotando en el océano. Un día de 1935, unos 150 años más tarde de que Chunosuke la arrojara a las aguas, increíblemente la botella llegaría a las cosas del mismo poblado donde éste había nacido.

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