Dejar de pelear para hacer artes marciales

José Valent, instructor y dibujante. Kung Fu y Tortugas Ninjas, por la tele. La estética del Puño Rojo y la eficacia del Kenpo.Edgardo Willich –instructor de Kung Fu, Kenpo y Vale todo– es un referente regional de las artes marciales y ha formado a varias generaciones de luchadores y practicantes en general. Uno de ellos –que también imparte enseñanza en el gimnasio-dojo de aquél– es José Valent –cinturón negro primer nivel de Kung Fu y cinturón púrpura de Kenpo– quien al igual que Willich desde niño también fue influido por las legendarias historias del monje shaolin que mostraba la serie norteamericana Kung Fu.

Dibujando las Tortugas Ninjas
—¿Dónde naciste?

—En Paraná.

—¿En qué barrio?

—9 de Julio, antes de llegar a Johnson Acero.

—¿Cómo es la zona?

—Un barrio que siempre fue muy tranquilo, de gente mayor. Son todos vecinos que viven desde hace 30 o 40 años, así que se conocen todos.

—¿A qué jugabas?

—A la pelota, siempre, y en la Primaria también al vóley y al básquet. Hice un poco de bicicross, hasta que me pegué unos golpazos. También salir con la gomera por el barrio –porque era muy descampado– y meternos en unos montecitos que ya no están. Andábamos en bicicleta todo el día. Durante la Secundaria salía a correr todos los días a las siete de la mañana y siempre trataba de ir más lejos.

—¿Está muy cambiado el lugar?

—Ahora está lleno de casas y mucha gente nueva.

—¿Hasta qué edad viviste allí?

—Todavía vivo.

—¿Qué actividades tenían tus padres?

—Mi vieja, ama de casa, y ahora estudia Enfermería. Y mi viejo trabajaba en Vialidad.

—¿Estudiaste?

—Hice la Primaria y Secundaria, y ahora estudio desde hace dos años Dibujo en la Escuela de Artes Visuales.

—¿Qué dibujabas desde chico?

—Desde los 6 años, caricaturas e historietas. Todo el tiempo dibujaba a las Tortugas Ninjas. Nos peleábamos con mi hermana porque yo quería ver Las Tortugas Ninjas y ella Xuxa, que estaban en el mismo horario. Copiaba dibujos tal cual eran todo el tiempo. Recién de grande comencé a hacer los propios y garabatear. Hace poco tiré una carpeta.

Probando de todo un poco
—¿Cuál fue la primera relación con las artes marciales?

—Con mi viejo, desde los 5 o 6 años, mirábamos la serie Kung Fu, de David Carradine (producida entre 1972 y 1975). Por eso, de grande ya sabía lo que era el Kung Fu. O también miraba alguna película de karate, aunque había pocas en aquella época. Me encantaban.

—¿Cuándo comenzaste a practicar?

—De grande, a los 16 años, porque donde vivía no había escuelas.

—¿Qué vocación tenías en la adolescencia?

—El dibujo me encanta. Menos autos y retratos he dibujado de todo: paisajes, guerreros e historietas, que me encanta porque podés además contar algo. Estudié un año caricaturas y este año comencé a hacer historietas. Artes marciales comencé a los 16 años: hice un año de Pa-kua, un poco de Kick boxing y Jujutzo, hasta que comencé Kung Fu, hace nueve años. Es lo que más me gusta y lo haré siempre. También hago Kenpo, hice Vale todo durante bastante tiempo y algo de Jiu Jitzu, por la cuestión de luchar en el piso.

—¿Qué dibujantes te resultan una referencia?

—Un montón. Cuando leí El Eternauta la historia me encantó aunque no tanto el dibujo –que para la época es muy bueno–; Caloy me encanta y veía el programa Caloy en su tinta. También me gusta Frank Miller y algunas cosas de los japoneses, que están de moda. De los argentinos, (Alberto) Brescia, Maxcachimba y lo conozco a Jaimo (Ricardo Jaimovich, Paraná), de quien me gustan sus historietas. Me gusta el dibujo que hace Jim Lee –doctor que dejó de ejercer para hacer historietas– quien dibujaba a Batman y en este momento uno de mis favoritos es Eichiro Oda, que está haciendo las historietas más largas y vendidas.

—¿Dibujás en color?

—No, en blanco y negro, y nada de computadora, aunque puedo utilizarla. Muy de vez en cuando también hago aerografías.

—¿Qué te atrae de las artes marciales?

—Casi todo; todas son muy buenas. Creo que más me atrae el Kung Fu por su estética, todo lo que involucra y su antigüedad.

—¿Te apoyaron tus padres?

—Siempre tuve mucha libertad y me dejaban hacer lo que quisiera. Así que me dijeron: “Andá”. A mi viejo le gustaba el Kung Fu por la serie que veía, aunque no sabía nada. También le gustaba el boxeo, aunque yo no lo he practicado. Lo que no le gustaba era el dibujo y me decía: “¿Qué hacés con esos dibujitos si no sirven para nada”.

—¿Qué te atrajo del Kung Fu, teniendo en cuenta que practicaste varias disciplinas?

—Trabaja todo el cuerpo, necesitas mucha resistencia física y elongación, y las formas me encantan. Del Kung Fu, me gusta todo.

—¿Lo pensabas como una profesión?

—Al principio no tanto, pero cuando iba a la Secundaria a veces faltaba para ir al gimnasio –que me quedaba de paso– y estaba todo el día pegándole a la bolsa o haciendo formas. En 5º año llegué a tener 38 faltas y mi vieja me quería matar. Ya hacía Kung Fu.

A puro reflejo
—¿Eras peleador?
—En los primeros años de la Secundaria peleábamos todos los días, pero no había comenzado artes marciales. Cuando comencé Pa-kua dejé de pelear.

—¿A qué lo atribuís?

—No sé si fue el arte marcial o el cambio de escuela.

—¿Nunca volviste a tener una pelea fuera del recinto?

—Tuve un par de intentos de asalto de los cuales zafé. Sólo tuve una sola pelea en la calle, porque se nos vinieron cinco a pegarme directamente a mí y a un amigo. Hacía poco que había comenzado a practicar y me fue bastante bien. Me pareció que estaban borrachos.

—¿Cómo fue esa experiencia de probar en la realidad la eficacia de lo que se aprende en el dojo (lugar de entrenamiento)?

—Fue todo por reflejo y muy rápido: noqueé a uno y quedé con los ojos abiertos, no lo podía creer. Salieron unos vecinos, dijeron que iban a llamar a la Policía y salieron corriendo. Ahora sería muy diferente.

—¿En qué aspecto?

—Estaría mucho más tranquilo y seguro, y tendría que cuidarme un poco para no dañar tanto. Hace poco frente a Ciencias Económicas me dijeron que si no les daba 2 pesos me pegaban un tiro en la rodilla. Me reí, lo palmeé y le dije: “No da, están recaras las balas”. Y me fui. Estaba con las manos cubiertas entre la ropa y sabía que no tenía nada. Me miró desconcertado.

—¿Qué crees que te ha dado cada uno de los cinturones de Kung Fu?

—Vas evolucionando todo el tiempo. Nunca me gustó rendir mucho, sino más bien quedarme más tiempo en cada cinturón. Lo hago porque me gusta, aunque te das cuenta de que aumentás la velocidad y la potencia, o no, si no te entrenás.

—¿Te sirvió el hecho de haber practicado deportes?

—Sí, porque tenía una resistencia física que me permitía adaptarme. En la segunda clase de Kung Fu dije: “Si llego a entrenar así durante dos meses, creo que no sigo vivo”. No me gustan mucho las pesas y hago de vez en cuando, aunque siempre salgo a correr.

¡Levantá la guardia!
—¿Qué significó Edgardo Willich en tu formación?

—Cuando comencé acá, ya había hecho cinco años de artes marciales y creía que la tenía clara. Pero Edgardo me abrió la cabeza. Sabe un montón y tiene mucha agilidad. A pesar de lo gordito que está (risas) se mueve muy rápido, es increíble. Además de toda su trayectoria. Cuando llegué acá dije: “Acá me quedo”. Te corrige mucho el aspecto técnico y sus detalles. Lo que venía haciendo no estaba mal, pero tenía muchos detalles para corregir. Eso me ayudó mucho. Por ejemplo, bajaba mucho la guardia y me decía que tenía que levantarla. Yo estaba acostumbrado a bajarla, hasta que un día le dijo a un compañero: “Tirale una patada a la cabeza”. Quedé sentado durante cinco minutos y no sabía dónde estaba. Desde ese momento, nunca más bajé la guardia (risas). Además yo ya estaba acostumbrado a mis compañeros y acá había gente muy avanzada. Las primeras semanas me iba muy golpeado y no lo podía creer.

—¿Qué tomaste de las otras disciplinas que practicaste?

—De Kenpo, la defensa personal me parece bárbara o su forma de patear tirando el peso hacia delante, con patadas muy rápidas de la cintura hacia abajo. O sus combinaciones de golpes, que son muy buenas y sirven mucho. Con el Kenpo me costó mucho cambiar el sistema de patadas, porque tiraba el peso hacia atrás. Del vale todo, aprendí la lucha en el piso y pararme diferente en cuanto a bajar las piernas para los lances. Cuando comencé a pelear en el piso me pareció un mundo totalmente diferente, como hacer una palanca de brazos. Y no entendía porqué me cansaba tanto.

—¿Cómo sería hoy tu respuesta frente a aquellos cinco atacantes que tuviste con tu amigo?

—Creo que lo golpearían menos a mi amigo. Ahora, si alguien me lleva al piso, sé qué hacer. Todo sirve.

El Kenpo o cómo lastimar
—¿Por qué te iniciaste en el Kenpo?

—Porque Edgardo me dijo que quería enseñarme, y como me gustan todas… Comenzamos a practicar los sábados y me costaba mucho patear, hasta que le agarré la mano. Pero me falta aprender mucho.

—¿Podés definirlo, ya que no es tan conocido?

—Es un arte marcial básicamente de defensa personal y para lastimar, que trabaja con golpes directos y sin gastar tanta energía. No se necesita mucha elongación o flexibilidad como en el Kung Fu, porque todas las patadas son bajas. Lastima mucho y por eso no se enseña a niños. En Kung Fu tengo alumnos de 4 a 60 años, pero en Kenpo son de 15 o 18 para arriba. Es bastante peligroso.

—¿Puede practicarlo una mujer?

—Sí, hay mujeres que lo hacen –al igual que al Kung Fu– y les sirve mucho como defensa personal. Puede ser más cómodo, aunque es cuestión de gusto. Al Kung Fu vienen más por lo aeróbico.

—¿Qué puntos de contacto y diferencias tiene con el estilo de Kung Fu que se practica acá?

—El Kung Fu que hacemos es una especie de Kick boxing con lances y el Kenpo es defensa personal: lastimar tabiques y garganta, golpear en la ingle… Es más tosco pero muy efectivo.

—¿Quién puede practicarlo?

—Cualquiera que tenga ganas.

—¿Sabés cómo se originó?

—Kenpo en japonés significa “Kung Fu”. En realidad nació en China y luego pasó a Japón. Es una mezcla de la fluidez del Kung Fu y los golpes potentes del karate. Ed Parker –el fundador del Kenpo Karate americano– lo que hizo fue adaptarlo al tipo de vida americano, lo hace más práctico, como todo en Estados Unidos. La línea es casi directa porque Parker se lo enseñó a (Gilbert) Velez y este a Edgardo (Willich). El estilo es muy similar de lo que se hace allá y Edgardo sigue en contacto con Velez.

—¿Cuáles son sus principios básicos?

—Cuatro: el de torque o movimiento rotatorio de la cadera y las articulaciones –para darle más potencia a los golpes–, el de reloj –para ubicarse en el espacio y el tiempo en que estás parado–, el de fuerzas opuestas o choque –para utilizar la fuerza que viene y que haya más rompimiento– y el de rompimiento del eje alto (columna vertebral) y ancho (hombros) –o desequilibrar al oponente para que no pueda contraatacar. Si falta alguno, la técnica no funciona, pero si está bien hecha, es cien por cien efectivo.

—¿Los desarrolló Parker o estaban en la técnica original?

—Me mataste, pero creo que son de Parker. También hay otros principios que se enseñan en cinturones más avanzados como el de desplazamiento de la gravedad.

—¿El Kenpo en cuanto a estilo está más unificado que el Kung Fu, que se ha diversificado tanto?

—Es diferente. En el Kung Fu hay 360 estilos conocidos diferentes, más los que habrá sin conocerse.

—¿Por qué tantas diferencias?

—Por muchas cosas. El Tai Chi es una forma de Kung Fu. Básicamente todas las artes marciales nacen del Kung Fu pero cambian los estilos de golpes, los animales en los cuales se basan (estilo tigre, mantis, mono, del borracho, etc)… Nosotros hacemos el Kung Fu del puño rojo.

—¿Qué lo define?

—Hong Chen era una especie de secta del templo Shaolin, cuyos monjes se apartaban y practicaban en un bosque, golpeando árboles. Lo define la posición de las piernas bien abajo, con mucha fuerza en ellas. Golpeaban árboles y los nudillos les sangraban, por eso quedó el nombre de puño rojo. Fue un estilo utilizado para derrocar a un emperador, aunque no hay demasiada información porque era secreto. Nuestro estilo de combate es más como el Kick boxing con lances y se utiliza en todos los estilos de Kung Fu. Las formas son originarias de este estilo.

—¿Qué arte marcial recomendarías a alguien que no ha desarrollado demasiado su capacidad física y lo necesita en estos tiempos por una cuestión de seguridad?

—Tal vez el Kenpo, porque es más defensa personal y no se necesita mucha condición física. Pero hay que animarse y probar todo. A veces piensan que no lo pueden hacer y cuando lo prueban, lo hacen.

—¿En cuánto tiempo puede adquirir cierta seguridad?

—Depende de cada uno; incluso tal vez alguien viene 10 años, sale a la calle, se siente inseguro y le roban. Hay quienes vienen a tres clases de Vale todo, y ya andan por ahí haciendo despelote, y tenés que controlarlos. Todo lo que se puede lograr en artes marciales depende de cada uno.

—¿Por qué practicaste Vale todo?

—Porque vi un par de peleas de Vanderlei Silva –un verdadero genio– que me gustaron mucho. Además nos dijeron que pelearíamos dentro de una jaula y me llamó mucho la atención. Comencé a prepararme, a hacer algo de lucha en el piso y fui. Cuando murió ese muchacho en Buenos Aires dejamos de ir a competir a Rosario y se prohibieron los torneos.

—A los que no son expertos les parece que no tiene un gran desarrollo técnico.

—¡Es muy técnico y complicado! Cuando pasaste mal el peso de tu cuerpo, te hacen una palanca y al piso. Hay que aprender a golpear y patear de arriba, evitar que te lleven al piso y luchar en el piso, que si no lo sabés, estás muerto. Hay chicas que lo practican.

—¿A qué atribuís los accidentes mortales que hubo?

—Creo que ha muerto más gente en boxeo que en Vale todo. Son técnicas muy peligrosas. Hay palancas cervicales que si quien está practicando con vos, no te toca, podés llegar a matar. Puede haber sido un descuido y eso es responsabilidad del profesor o dueño del lugar. Hoy por hoy, alguien que sabe dos o tres cosas está dando clases. Esto es peligroso. Hay que averiguar quién da clases y qué sabe. Hay que tener mucha responsabilidad.

—¿Sigue vigente la prohibición respecto al Vale todo?

—Creo que sí, al menos no hemos sabido nada más sobre torneos.

—¿Sentías que había zonas de riesgo no previsto?

—Sí, ni hablar. Es lo más real a un combate en la calle. Antes de ingresar a pelear tenías que firmar un documento haciéndote responsable y lo hacía con mucho gusto.

—¿Qué fue lo más fuerte que viste?

—Fui a un torneo abierto y vi un tabique quebrado y un pie con fractura expuesta, mientras que fui a tres Vale todo y sólo vi un brazo quebrado. Lo que sí había muchos eran nocaut. Había una ambulancia y médicos al lado de la jaula, que en otros torneos no he visto.

—¿Es similar al del boxeo?

—Bastante, porque no había nocaut por estrangulación, sino por golpes.

—¿Qué te aportan las artes marciales?

—En lo físico, reemplazó todo lo físico que hacía, me hace sentir muy bien, conozco mucha gente y tengo un montón de alumnos, que son gente maravillosa. Cuando íbamos a competir en Vale todo, con quien terminabas de pelear y matarte dentro de la jaula terminabas tomando algo juntos y conversando. Y si vas a jugar a la pelota tal vez no lo hacés. Tengo alumnos que se han ido a Inglaterra y a Uruguay.

—¿Encontrás algún punto de contacto entre el dibujo y las artes marciales?

—La constancia y la paciencia. Hay que dibujar mucho para hacer algo, y en las artes marciales practicar mucho para lograr algo. A veces comienzo a dibujar a las 10 de la noche y termino a las 4 de la mañana o estoy cinco horas mirando una hoja y no se me ocurre nada. Y en las artes marciales puede haber una patada con giro o salto que no te sale, y tenés que practicarla muchas veces. Pero todo tiene que salir, no hay secretos, es todo práctica. Por lo demás, son mundos muy diferentes.

¿Quién fue Ed Parker?
Edmund Kealoha Parker nació el 19 de marzo de 1931 y murió el 15 de diciembre de 1990. Fue uno de los primeros maestros occidentales, creador y 10º Dan del Kenpo-Karate moderno, famoso en Estados Unidos por haber iniciado en las artes marciales a artistas y cantantes de la talla de Frank Sinatra, Elvis Presley, Warrem Beatti y Robert Wagner, entre otros.

Oriundo de una familia acomodada de Honolulu (Hawai), comenzó su entrenamiento en artes marciales, concretamente en Judo, a los 12 años –a los 18 obtuvo el cinturón negro– para más tarde interesarse por el boxeo.
Fue autor de numerosos libros acerca de su arte como Kenpo Karate-la Ley del Puño y de la Mano Vacía, Secretos del Karate Chino, Ed Parker´s guía del nunchaku, Infinitos caminos del Kenpo (Vol. 1-5), El Zen del Kenpo, y su Enciclopedia del Kenpo, entre otros.

Se le conoce como el fundador o padre de este sistema. Su hijo Ed Parker Jr –quien interpretó a su padre en la película Dragón: La historia de Bruce Lee (1993) en la escena del campeonato internacional de Long Beach– también es practicante.

Pensamientos del Kenpo
“Yo puedo”, no es tan convincente como “yo lo he hecho”.

Nunca decir que algo no se puede hacer, eso depende de la persona que lo está haciendo.

Aquellos que critican están normalmente escribiendo su propia incompetencia.

Cuando critiques asegúrate de que sugieres opciones para remediar el problema.

No hay grados en la muerte, porque sólo viene una vez.

El verdadero valor del Kenpo no está en lo que conoces sino en lo que haces.

Una vez que los movimientos se hacen instintivos, déjalos fluir naturalmente.

Conforme mejora la actitud mental, mejora la confianza.

Una mente sin una meta es como un misil armado sin un blanco definido.

Ed Parker
(del libro Caminos infinitos de Kenpo).
Fuente:unoentrerios.com.ar

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