Cuando no se hace Aikido.

El Aikido, resulta atractivo para personas que por diversos motivos desean enriquecer su calidad de vida; mejorar la condición física, ganar autoestima, aprender a defenderse, autoconocimiento, ampliar sus conocimientos marciales, etc., ya que aparenta desarrollar estas cualidades, sin embargo trás esta apariencía se esconden años de práctica contínua, callada y humilde, no siempre facil de aceptar por la dinámica contemporánea que busca resultados inmediatos. La persona que practica Aikido, si quiere avanzar debe deshechar la violencia como medio de expresión, no evaluar los resultados bajo una perspectiva competitiva y aprender a respetarse y respetar la integridad de las cosas y las personas que le rodean. En resumen, ser sensible a la realidad en la que vive. Las técnicas de Aikido son famosas por la elegancia de sus formas, la eficacia ante agresiones y la accesibilidad para todo tipo de personas, pero estas técnicas no son más que la expresión de un sentir, de una forma de vida. Si nuestra actitud no intenta ser armoniosa con la vida nuestra técnica tampoco lo será. Es posible que aprendamos a retorcer un brazo o catapultar a otro contra el suelo, pero si no hay armonía, no será Aikido. Así mismo, la práctica de sus técnicas nos lleva a entender, primero física luego intelectualmente, que la desarmonía no es el estado natural de las cosas; poder aceptarlo dependerá del grado de asimilacíon de las experiencias acumuladas. El Aikido, como Arte Marcial, plantéa a la persona que lo practica la realidad de su estado ante una experiencia determinada, puede hacer oidos sordos, pero entonces tampoco hará Aikido.
Jaume Segura. Instructor,Aikicatalunya
Nota de Entrenando Aikido:
La experiencia del Aikido no se puede comprar, para aprender todos necesitamos un tiempo de entrenamiento regular y constante.

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