Aikido Yin-Yang y existencia (parte 1)

Casi todo el mundo conoce y reconoce el símbolo y la idea del Yin-Yang. Sin embargo, no demasiada gente podría precisar con exactitud su significado o su origen. Esto es precisamente porque el Yin-Yang, al trascender poco a poco sus propias fronteras de tiempo y espacio, ha terminado convirtiéndose en un icono popular y por ello en una filosofía tan universal como –frecuentemente- mal entendida. El Aikido, como muchas otras artes propiamente orientales, está impregnado en su más pura esencia del concepto Yin-Yang. De hecho, los elementos más fundamentales del Aikido aportan una visión clarificadora sobre esta filosofía,y viceversa: la comprensión del Yin-Yang ayuda en el entendimiento profundo del Aikido. Esta importante y reveladora relación Aikido-Yin-Yang es la que hace que debamos prestar una mirada atenta y cariñosa a este sencillo “dibujito oriental” en blanco y negro (¿Kimono y Hakama?) que, como todo lo aparentemente sencillo, guarda escondidas grandes enseñanzas de Vida, especialmente para el practicante de Aikido. Muy básicamente, el Yin-Yang representa “el Tao” y es, mirado con ojos muy simplistas, un círculo con una mitad blanca y otra mitad negra. De esta forma, podemos entender que (el Tao) el mundo, el cosmos, la existencia, es dual y polar: hombre-mujer, positivonegativo, frío-calor, Tori-Uke, Inspiración-Espiración. De esta manera, aprendemos a observar-entender el mundo de una forma muy interesante: por opuestos o contrarios. Esto no está mal. Pero en el día a día (en general) y en el mundo del Aikido (en particular), quedarse sólo con esta lectura da lugar a una visión parcial: la competitiva o incluso destructiva, la visión “jitsu” y marcial. Fruto de ello: los que piensan inamoviblemente que lo blanco es blanco y lo negro es negro. Por supuesto (y por suerte), eso no es lo que representa el Yin-Yang ni tampoco la visión que debe animar la práctica de Aikido. Una mirada más profunda nos muestra que el Yin-Yang no representa algo absoluto (los opuestos), sino, para empezar, algo más relativo: los complementarios.En una observación cuidadosa del dibujo(y de lo que nos rodea) vemos que las partes nunca son independientes ni están enfrentadas, sino que son interdependientes y se necesitan entre sí. Nada está realmente separado del resto. Por eso, el Yin-Yang no representa a las partes, sino que representa al Todo. Nuestro espíritu dualista se va disolviendo. De esta forma, nuestra visión del mundo (y del Aikido) se hace más rica. Poco a poco vamos rompiendo nuestras cadenas. Pero la filosofía del Yin-Yang (como la vida misma, y como el Aikido), si queremos profundizar, nos lleva todavía mucho más allá. Y es nuestro deber seguir intentando llegar al fondo. Si miramos no sólo en un instante, sino a través del tiempo, y con algo más que nuestros ojos, llegamos a entender algo capital: no hay quietud, sino movimiento. El Yin-Yang no representa las partes, sino el Todo, pero tampoco el Todo inmutable, sino Un Todo en Continuo Movimiento y Transformación (lo que algunos llaman Tao). Y estas son las cuatro palabras clave: Uno, Movimiento, Continuo y Transformación. Y todo esto, cada vez más, manifiesta tener una relación cada vez más estrecha con la práctica de Aikido. Comprendamos estas cuatro palabras clave. El Movimiento se entiende (en el dibujo del Yin-Yang) al observar cómo cada una de las partes nace y va creciendo (engordando) fluida y progresivamente hasta llegar a su máximo desarrollo. Movimiento no es sólo ir de un punto a otro del espacio. Crecer es movimiento, pensar es movimiento, perdonar es movimiento, incluso morir es movimiento. La Transformación se entiende (en el Yin-Yang) al comprobar que no sólo en donde una parte adquiere su máximo desarrollo es en donde la otra parte adquiere su mínima expresión (diríamos: en donde el Yin vive el Yang no vive). Lo importante es entender que en donde una parte vive al máximo es en donde ya anuncia además el inicio del camino hacia su propia “muerte” y es, a la vez, precisamente, en donde la otra, que no tiene casi vida, anuncia ya el inicio de su propio nacimiento. O sea, una genera la otra, la otra genera a la una y ambas se dan vida y muerte a sí mutuamente. Esto está brillantemente diseñado en el Yin-Yang con esa forma que sugiere “dos peces que se muerden la cola mutuamente”. De esta manera, las “partes” forman un círculo sin principio ni final (Continuidad) y nos muestran claramente que son inseparables, y que, para que nos entendamos, no estamos viendo una foto instantánea de “las partes” sino una película sin fin del Todo (en una especie de interminable programa de sesión continua) en Continuo Movimiento y Transformación. Tanto es así, que cada parte, en el momento de su máximo desarrollo, contiene además la esencia mínima de la otra parte y viceversa. Por eso hay un puntito negro dentro de la parte blanca y un puntito blanco dentro de la parte negra. Uno no sólo genera al otro: uno contiene al otro. Uno es el otro. Uno y otro, en un movimiento armónico, forman el Todo, el Uno o Unidad y, a la vez, son el Todo en armónico movimiento. Es aquí donde ya cada uno puede comenzar a ser capaz de intuir la verdadera profundidad del Aikido y, más allá del mundo del Bujitsu, la increíble dimensión del mensaje de su Fundador. Esta Unidad y su movimiento creador y creativo (generador y regenerador) que representa el Yin-Yang, puede denominarse con el nombre de Tao, Naturaleza, Energía Superior, Ki Universal, Consciencia, Vida, Dios, o Kami (deidad shintoista). El nombre es lo de menos. Lo importante es comprender que el Yin-Yang, por ejemplo, no representa la primavera, el verano, el otoño y el invierno (partes), sino El Cambio de las estaciones y la Fuerza que las mueve, como Unidad. Ninguna estación es mejor o peor que el resto y ninguna está separada del resto. Ciertamente, el Tao (o el Ki Universal o Individual, en Aikido) dejaría de ser simplemente la suma de las partes para ser algo más: la energía invisible pero superior que, más allá del tiempo y del espacio, da movimiento y forma a todo lo visible. (Continuará…)
Fuente: Aikizasshi Nº10, Juan Calvo
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