Abriendo la otra puerta

Algunas veces creemos conocer a alguien muy bien. Sabemos de sus fortalezas y lo respetamos por ello. Sabemos de sus debilidades y lo queremos a pesar de ello. Y creemos que hemos descubierto todo de él. Pero un evento insignificante puede cambiar por completo esta percepción. Solíamos entrenar con un 4º dan, un verdadero “golpeador”. No era un estudiante regular sino un visitante ocasional y amigo de nuestro dojo. Todos le temíamos, su técnica nos llevaba al límite y muchas veces más allá. El dolor era lo usual y era frecuente salir lastimado. Como forma de vida, este 4º dan llevaba una firma de seguridad, porteros que eran contratados para mantener el orden en bares. Y él tenía una amplia experiencia en ello, ya había visto muchos juzgados, peleado muchas riñas, ganado la mayoría, perdido muy pocas y enseñaba a otros como pelear y ganar.El tipo tenía esta reputación no solo en nuestro club, sino en todo el ámbito de las artes marciales donde se movía. Ocasionalmente veíamos artículos donde su nombre era usado para demostrar que el Aikido funcionaba. Un peleador aiki, un hombre de hierro.Un fin de semana estábamos en una gran demostración de diversas artes marciales; karate, judo, iaido, jujutsu y aikido. Y una pareja de nosotros, 1er y 2º kyu, habíamos sido elegidos para ser sus ukes. Terminando su demostración, nuestro sensei haría una breve demo para cerrar el evento.Como pueden imaginar, estábamos más que un poco nerviosos. Mientras se daban las primeras demostraciones, el otro uke estaba platicando con él, intentando mantener la calma y concentrándose, preparándose mentalmente. Después de unos minutos, el uke regresó a nuestra mesa. ¿De qué estaban platicando? ¿Va a salir todo bien? A lo mejor iba a hacer un solo con armas en lugar de utilizarnos a nosotros como uke.La respuesta fue mucho más sorprendente. El 4º dan estaba preocupado, visiblemente preocupado, más allá de lo que nunca lo habíamos visto. No era la demostración, no era el que más de 100 artistas marciales estuvieran viéndolo y criticando su demostración. Estaba nervioso porque sensei le había pedido que fuera su uke en la demo final.Nuestro gentil, amable y cuidadoso maestro le había dicho al 4º dan que si no le importaba ayudarlo en su breve demostración. Una sola técnica, solo unos segundos. Y el hombre de hierro estaba atemorizado de lo que podría pasar. ¡Dios mío!En unos pocos segundos todo pareció ponerse patas para arriba. Nos dimos cuenta que sensei no había tomado una ruta diferente a la de ese 4º dan, que había estado allí, la había atravesado y movido más allá de ella. No necesitaba más ser fuerte. No necesitaba más probarse todos los días. Me hizo comprender cuantas montañas había escalado mientras nosotros estábamos en las faldas de la primera. Pensaba que entendía donde estaba sensei. Pensaba que conocía sus habilidades y pensaba que el 4º dan era el depredador, el halcón, el leopardo. Pero comprendí que había estado aprendiendo del león y que nunca lo había entendido.
Justin
Fuente: AikidoKai,traducción por Ch. Leyes

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