Hace una semana vivimos uno de esos momentos especiales y únicos en la vida de los que somos padres. Uno de los momentos en los que recoges mucho de lo que has sembrado durante los últimos ventiocho años, en el que el orgullo de ser padres te emociona hasta lo más profundo, tanto que los ojos se nublan de las lágrimas que quieres retener y no puedes. Asistimos a la defensa del proyecto de final de carrera de nuestro hijo.
Era algo que había dejado aparcado mientras entraba en la vida laboral donde siempre las prioridades son otras. Mientras tanto una de sus tutoras ya se había jubilado y el plazo para la presentación vencía este mes...
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