La rutina

La rutina es como una rueda que nos mueve una y otra vez hacia lo que ya sabemos, hacia lo ya conocido. Muchas de nuestras rutinas no son sino legados que hemos heredado, atmósferas que hemos respirado, conductas que hemos imitado, maneras de ser que hemos asumido como propias. No pocas veces, en esa repetición de lo conocido, de lo que, aunque adverso, nos resulta familiar y habitual, llegamos a encontrar un cierto bienestar envuelto con los encajes de la apatía, de la falta de ilusión y entusiasmo. Hay rutinas que se nos imponen, sobre todo para que nada se modifique, para que todo siga como siempre, para no arriesgarnos a lo nuevo y, sobre todo, para prevenirnos de nuestro espíritu aventurero y creativo que nos susurra otras brisas, que nos adentra por parajes desconocidos y nos encamina hacia horizontes insospechados. La rutina es el colchón de una comodidad en la que uno va muriendo, poco a poco. La rutina nos arropa, nos disfraza, nos enmascara y nos hace desaparecer con cualquiera de sus múltiples atavíos: costumbre, tradición, hábito, repetición. La rutina nos instala en el gesto mecánico, en el movimiento inconsciente, en la vida sin aliento, en los modos sin manera, en el vértigo del estancamiento y en la vigilia adormecida. La primavera, como primer movimiento, es siempre estación, invitación y propuesta para hacer nuevas todas las cosas. No es cambiar las cosas sino el modo de vivirlas. No es promover novedades desde un snobismo superficial sino recuperar lo nuevo que siempre brota desde nuestro ser más profundo. Las rutinas nos enajenan, la creatividad nos hace, nos rehace. Cada primavera nos muestra un escenario en el que todo rebrota de nuevo, sin estridencias ni espectacularidades estrafalarias. El cerezo no va a generar otro tipo de hojas, ni otro tipo de fruto. Aparecerán de nuevo las mismas hojas, el mismo fruto, pero nuevos, plenos de vida y de sabor. La rutina nos convierte en higueras estériles, nos seca, nos vuelve yermos, sin brillo en los ojos, sin luz en la mirada, sin vibración en el tacto, sin presencia en nuestro estar en el mundo. Aunque sólo sea esta primavera, este día, esta hora…… aventúrate a reestrenar tu vida. Abre tus sentidos y míralo, escúchalo, siéntelo, tócalo, saboréalo todo, como si fuese la primera vez. Sólo si reconozco que no sé nada reconoceré que todo está pendiente de ser realizado, saboreado y degustado, de nuevo. José María Toro Fuente:http://www.enpaz.com/modules.php?name=News&file=article&sid=495

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