Fragmento de el abismo y/o la pertinencia de la paradoja

Por: Sergio Laignel –Lavastine
…las proposiciones del mundo moderno apuntan, en su gran mayoría, hacia el yo-ego como sustento de la alegría, de la felicidad y de la libertad. El hombre psicológicamente equilibrado y sano pasa a ser el poseedor de las llaves que conducen a la auto-realización y al ideal del prototipo humano. Pronto, sin embargo, el niño, el adolescente y luego el adulto se percatan de que en el nivel egolátrico de nuestra existencia somos acometidos por la ira, por el miedo, la desolación y por las múltiples modalidades de nuestras apetencias y pasiones. Por ello, gran parte de nuestros esfuerzos están destinados a evitar que se nos desenmascare y de suceder esto, o nos enfurecemos o nos deprimimos. Nos sentíamos tan cómodos dentro del engaño que consiste, en buena parte, a concebimos distintos a como somos (Boyarismo) y a pretender con toda desfachatez que los demás crean en nuestras proposiciones encubridoras. El “personaje” , que es la máscara, dentro de los confines del ego-yo debe, para poder subsistir y robustecerse perfeccionar la metodología del engaño o, en otras palabras, la mascarada. Al vivir tal y como lo hacemos todos los días nos olvidamos de la vida. Ese olvido no es un no acordarnos, sino algo muy singular, es un olvidar lo que tenemos más presente, y lo que tenemos más presente es lo que más olvidamos. Heráclito escribiendo sobre el hombre decía: «presentes están ausentes» o también» despiertos están dormidos». Lo más accesible en todo momento es nuestro ser, pero las opciones de encuentro dependen del nivel de desarrollo del hombre y de su tipología. Para los hombres poco evolucionados el ser del hombre se percibe a través de sus instintos y sensaciones o bien a través de sus sentimientos o emociones y, en muchos casos, por vía del raciocinio y de esquemas teóricos desprovistos de un sentir profundo. En estos casos se nos revela con mucha claridad la desarmonía del hombre, su determinismo inconsciente y la sujeción coartante al automatismo de repetición. Qué familiar nos resulta escuchar ante un cuestionamiento que alguien responda: «Es que yo soy así». En esta respuesta está implícita la visión futurista de la ausencia de cambio «soy así, seguiré siendo así», y ese soy yo. En este sombrío panorama de inamovilidad el ser del hombre sucumbe frente a las embestidas del yo egolátrico y asistimos desolados al abismo del ser del hombre. Su rescate de las profundidades abisales, porque lo hemos sumergido, va a requerir de renuncias y sacrificios. El sacrificio de la magnificencia del yo-ego se toma posible tan sólo cuando me conecto con mis anhelos y necesidades de ser el que soy; cuando me conecto con mi necesidad de acceder a mi naturaleza divina y a cesar en el empeño de profanar en mí a lo sacro, para privilegiar mis apetencias egolátricas… el artículo completo aqui
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