El viajero

Matsuo Basho nació destinado a ser samurai, pero renunció a las guerras y fue poeta. Poeta caminante.
Un mes después de su muerte, allá por el año 1694, ya los caminos de Japón extrañaban los pasos de sus sandalias de paja y las palabras que dejaba colgadas en los techos que le daban albergue.

Como éstas:
Los días y los meses son viajeros de la eternidad. Así pasan los años.
Viajan cada minuto de sus días quienes navegan la mar o cabalgan la tierra, hasta que sucumben bajo el peso del tiempo. Muchos viejos mueren en el viaje.
Yo sólo he sucumbido a la tentación de las nubes, las vagabundas del cielo.

27 dic

Eduardo Galeano, Los hijos de los días, Diciembre 27

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