El sumo vuelve a levantar pasiones en Japón

El deporte nacional de Japón, el sumo, florece gracias a dos luchadores de Mongolia que han revolucionado esa disciplina al recuperar la ilusión del público por una tradición salpicada recientemente por el escándalo.
Hakuho y Asashoryu han tenido que alcanzar la cumbre del sumo, el título de yokozuna o gran campeón, para inyectar la pasión en las venas de los aficionados.
Estos dos hombres de 150 kilos de peso y su apretada lucha por el campeonato de Año Nuevo, que se dirimiró en Tokio, han logrado que los japoneses que acudieron al Ryogoku Kokugikan, santuario del sumo, dejen de ser japoneses.
En las gradas, los aficionados gritan, insultan e incluso en el clímax de la emoción lanzan almohadillas al dohyo (el ring del sumo), si uno de los yokozuna pierde su combate del día.
El espectáculo del sumo llevaba un tiempo sin recuperar el brillo de antaño.
Durante todo el año pasado la sombra de la duda oscureció este deporte, a pesar de que los guardianes del tarro de las esencias del sumo hacen gala del honor y la tradición.
No en vano esta disciplina está íntimamente relacionada con la religión sintoísta y los combates están salpicados de múltiples objetos y ceremonias simbólicas.
Por un lado, varios medios de comunicación venían lanzando repetidas acusaciones de corrupción a varios rikishi (luchadores) durante todo el año pasado, una cantinela que ayudó a apagar la pasión por el sumo de muchos aficionados.
La muerte de un luchador de 17 años en un oscuro episodio en el que al parecer el jefe de su establo (club de sumo) propinó al rishiki varios botellazos en la cabeza supuso un nuevo cataclismo para el deporte.
Pero la puntilla la dio Asashoryu, que tras alegar una lesión para ahorrarse participar en un torneo de exhibición, fue pillado por una cámara de televisión jugando un partido de fútbol.
El fuego de la ofensa, quizá avivado por su origen mongol, supuso un terremoto.
En una decisión sin precedentes de la Asociación del Sumo de Japón (ASJ), Asashoryu (‘dragón azul del alba’) fue sancionado con una cuantiosa multa y la prohibición de participar en dos campeonatos a pesar de su todopoderoso rango de yokozuna.
Huérfana del gran campeón y con el sólo consuelo de un yokozuna primerizo que llevarse a la boca, la afición almacenó desde entonces una tensión que ha explotado en Tokio con el primer gran enfrentamiento entre Hakuho y Asashoryu.
Aunque a algunos les moleste su origen mongol e incluso emitan desde sus asientos alaridos más propios de un campo de fútbol (‘¡¡¡Vete a Mongoliaaaaa!!!’), los fans gritaron como nunca los nombres de sus luchadores favoritos.
Quizá la ASJ no se dé cuenta de que el mundo ha cambiado demasiado rápido para el sumo.
En el campeonato de Año Nuevo, 13 de los 40 luchadores que participaron en la categoría máxima fueron extranjeros, un dato que muestra un interés internacional por este deporte que las televisiones atienden habitualmente de manera modesta.
Sin embargo, esta vez es diferente.
Asashoryu, yokozuna desde hace cinco años, un luchador que disputa a los grandes campeones históricos de hace siglos un puesto en el olimpo del sumo, es un chico malo.
Un personaje poco propio de este deporte pero que hace bombear los corazones de los aficionados como ningún otro.Su derrota a las primeras de cambio aumentó el dramatismo de su retorno.
Pero hace días su gran rival, Hakuho, que en ausencia de su compatriota no ha encontrado quien le tosa, perdió su combate.
Ahora están empatados a una sola derrota y en la final del campeonato, la tensión se notó en el rostro de ambos.
En las gradas del Ryogoku Kokugikan, donde se disputan todos los torneos de Tokio, la incertidumbre por saber quién seria el ganador fue incontenible pero, antes de que terminara el campeonato, el sumo ya habia ganado.
Fuente:Terra.es

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