El "hijo" de Bobby Fisher

Bobby Fischer (Chicago 1943, Reikiavik, 2008), icono de la Guerra Fría, genio del ajedrez, tuvo un clon que rechazó serlo. El talentoso Josh Waitzkin (Nueva York, 1976). Pudo el niño haber vivido una existencia vicaria. Como Fischer, destacó en el ajedrez a edad muy temprana. Si a los 12 años Fischer intuía jugadas impensables, fruto de un cerebro celestial, Waitzkin, finales de los 80, machaba rivales con apenas nueve años. Fischer, niño prodigio, alcanzó el campeonato de EEUU con 14 años, mientras Waitzkin acumulaba ocho campeonatos a los 18. Formado bajo los consejos de John W. Collins, Bobby Fischer encontró en aquel maestro a un hombre sabio, pero nadie domeñó su impulso autodestructivo, fomentado por la enorme presión de la época. Waitzkin también tuvo un profesor, Bruce Pandolfini, que lo acompañó durante su epopeya, si bien en realidad a Waitzkin lo educaron, sobre todo, los ajedrecistas callejeros de Washington Square. Entre pícaros, fanfarrones, trileros, príncipes de arrabal y gigolós del tablero forjó un estilo único.Hijo de escritor (Fred Waitzkin), tuvo una infancia amable. Fischer, por contra, nació bajo un meteoro, destinado a ser héroe. La Unión Soviética monopolizaba el ajedrez desde el fin de la II Guerra Mundial. En plena confrontación de bloques, un simple mortal, un crío adornado con una inteligencia que devolvía al ajedrez su pureza, lejos de los manuales, debía erigirse en vengador de Occidente. Lo hizo, claro. Conquistó en Reikiavik el Campeonato del Mundo frente al ruso Boris Spassky en una serie de 21 partidas (7 ganadas, 3 perdidas y 11 tablas) legendaria. Al gran Bobby le pudo el temporal de flashes, la necesidad de ser un medio hombre que jugaba al ajedrez y, de paso, representaba ideales suprahumanos, antorcha sonámbula que combustionó en el tablero geopolítico donde Kissinger y cía. arbitraban el orden mundial. Desde que alcanzó el título, Fischer no volvería a jugar. Cuando reapareció, en 1975, para enfrentarse a Karpov, fue desposeído por sus exigencias monetarias. Waitzkin, entre tanto, nacía al ajedrez bajo los viejos arboles del Village. Su progresión hizo que su padre escribiera En busca de Bobby Fischer, donde narraba la incipiente carrera del hijo y la consecución de su primer título juvenil. El libro fue un éxito y la versión para el cine un triunfo. Abrumado por la fama, ahogado por la misma soga que ahorcó a Fischer, Josh perdió a los 18 el Campeonato Mundial Juvenil de Ajedrez. Cayó porque rechazó las tablas de su rival, que le hubieran dado matemáticamente el cetro, y en las dos horas siguientes terminó derrotado. Aquel día Waitzkin optó por la libertad. De regreso a Nueva York conoció el Tai Chi Cuan con el Gran Maestro William CC Chen. La idea inicial era practicar artes marciales por relajarse. Su espíritu competitivo lo empujaba al gimnasio cada día. Abandonó el ajedrez. En menos de cinco años ganó el campeonato de Tai Chi Chuan de EEUU en tres categorías. Acumula ya 13 campeonatos nacionales y dos mundiales, ganados en Taiwan. Entre medias, Josh escribió su primer libro, un manual de ajedrez considerado clásico, y puso voz al programa de ajedrez para ordenador más vendido en el mundo. Cansado del Tai, en 2005 probó con el Jiu Jitsu, arte marcial brasileña que lleva practicando dos años. Espera presentarse al campeonato del mundo en 2010. Fischer, por contra, ha conocido unos últimos 20 años atroces. Antes de fallecer en Reikiavic, montó el gran pollo en Belgrado, en 1995: volvió a enfrentarse con Spassky y rompió, de paso, el bloqueo estadounidense contra Yugoslavia. La partida le supuso perder el pasaporte. Con las cuentas bloqueadas, casi indigente, ha muerto en Islandia, a los 64 años, tantos como escaques tiene el tablero. Josh, que en estos días publica El arte de aprender, un manual donde vuelca sus experiencias y critica con severidad el sistema educativo, contempla la caída del ídolo con melancólica clarividencia. Tiene 31 años, escribe con facilidad, es una presencia constante de los medios y ha evitado las tentaciones suicidas que el mercado, la política y el esnobismo sirvieron en bandeja a su primer padre, aquel Fischer epiléptico de navajazos, trapecista angélico que murió como una rata entre sueños de reinas, damas y álfiles. Fuente:ElMundo.es En los suplementos de El Mundo. es un artículo completo pica aqui

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