El adolescente que aprendió sólo a construir un molino con chatarra

Malawi es uno de los países más pobres del mundo.

William Kamkwamba compatibilizó la escuela con el penoso trabajo en los campos de maíz hasta los 14 años, momento en que sus padres ya no tuvieron dinero suficiente para pagar sus estudios. Tuvo que dejar la escuela, pero su deseo de aprender y educarse era grande, y no se rindió. Siguió estudiando de forma autodidacta gracias a los libros que le prestaban en la biblioteca de la escuela primaria.

Un día, encontró por casualidad un libro llamado «Usando la energía», que describía cómo se podía obtener electricidad a partir del viento usando molinos eólicos. Para William, acostumbrado a una vida en Malawi donde sólo el 2% de la población tiene electricidad, aquello fue una revelación. Decidió emprender el proyecto de construir un molino para su aldea que sirviera para bombear agua del pozo (en lugar de transportarla a mano durante horas) y obtener mejores cosechas de las huertas.

¿Por dónde empezar? Un adolescente que ni siquiera tenía recursos económicos para ir al colegio no lo iba a tener fácil para conseguir los componentes necesarios para su empresa. William recorrió los vertederos y reunió todo tipo de desechos, entre ellos el ventilador de un viejo tractor, los restos de una bicicleta, tuberías de plástico viejas…

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Su familia y vecinos no lo tomaron muy en serio. William trabajó entre las risas de todos, pero no abandonó, a pesar de la dificultad.

La historia del niño que construía molinos siguió expandiéndose. William Kamkwamba ha sido invitado a dar conferencias en varios lugares del mundo, que aprovecha para concienciar a quienes le escuchan acerca de las dificultades que atraviesa su país. Tiene en proyecto un documental y un libro donde relata su experiencia. En su aldea natal se están construyendo más molinos, que permiten que el agua se distribuya en las huertas y las condiciones de vida de sus habitantes mejoren. Y William sigue estudiando.

En unas semanas, completó la construcción de su primer molino. Tenía un aspecto un tanto estrafalario, y nadie pensaba que fuera a servir de mucho. William conectó la batería del molino a unos cables, y estos a unas bombillas (un artículo inusual en la aldea, ya que todo el mundo dependía de las lámparas de parafina para el alumbrado nocturno). Y cuando las bombillas empezaron a lucir, las risas cesaron.

Con su primer aerogenerador, William consiguió electricidad suficiente para cuatro bombillas, una radio y la recarga del único teléfono móvil de todo el pueblo. Un gran avance, pero no era suficiente. William siguió trabajando en el diseño de los aerogeneradores con el fin de construir suficientes para abastecer la aldea. Paradójicamente, seguía sin tener dinero para ir al colegio.

Pero el primer molino atrajo curiosos y visitantes, entre ellos un periodista que publicó un reportaje sobre William. Tuvo tanto éxito fuera y dentro del país, que permitió reunir fondos para el proyecto de los aerogeneradores. Y para que William pudiera continuar sus estudios en un internado de la capital.

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