Una experiencia inspiradora

En el pasado de mi Aikido hubo un gran número de personas que marcó la dirección que tomó mi entrenamiento. De hecho, sin esa gente, no se si hubiera continuando practicando Aikido.
Hoy a nadie sorprende, y en muchos casos tampoco interesa, cuando decimos “mi Aikido fue inspirado por O’sensei, por Tohei sensei, por Saito sensei, por Saotome sensei, etc.” porque muchos de nosotros conocemos a (o al menos hemos oído hablar de) esa gente y estamos bastante enterados de su contribución al arte (aun cuando a veces no estemos completamente de acuerdo con ellos). A la gente que me refiero es a esa “gente común” a la que nadie fuera de nuestro dojo conoce, pero quienes de una u otra forma, han tenido alguna influencia en nuestra práctica. Creo que todos tenemos en nuestros dojos gente de este tipo, gente que ha entrenado por décadas o tan solo unos días, de muy diversas personalidades y que solo es en el dojo donde se puede comentar de ellos. Hablar de esa gente siempre ha sido inspirador para mí y se que también lo es para otros, así que veré si puedo sembrar una semilla de inspiración en quien lea este artículo.
Les daré un ejemplo de mi propia experiencia para mostrarles lo que quiero decir:
Cuando empecé a practicar Aikido en una clase de adultos, en el dojo había una gran cantidad de yudansha de todos los niveles de habilidad y edades. Como tenía tan solo 16 años (y debo admitir que estaba un poco loco), fui adoptado rápidamente como “uke-mascota” por un gran número de cintas negras, quienes gustaban de proyectarme sobre el tatami y aun sobre las paredes, y a quienes trataba de cansar antes yo cansarme de ser “azotado”. Después de todo, que se podía esperar de un “loco joven atlético” principiante del Aikido.
Había también un número de gente mayor en la clase, y debo admitir que siempre intentaba evitarlos pues pensaba que eran muy lentos y frágiles para que pudieran ser un reto para mi. Había un caballero en particular, Mr. Bateman, quien tenía en ese tiempo 86 años. Había empezado a estudiar Aikido a los 75 años y ahora ya tenía el grado de Nidan. Aunque en ese tiempo no lo había notado (lo que confirma el dicho que “cabezas sabias no descansan sobre hombros jóvenes”), esta persona era especial en muchos sentidos: media no más de un metro sesenta y pesaba alrededor de 50 kilos, pero obviamente tenía algo que yo no lograba entender. Mr. Bateman tenía que manejar 1 hora su MGB deportivo para llegar a la clase, practicaba por un par de horas, iba al bar por una copa y manejaba de regreso a casa. Hacía esto una o dos veces por semana y usualmente practicaba solo con un pequeño grupo de yudansha. Yo suponía que todos ellos eran viejos y lentos.
Un día cuando ya tenía 5o Kyu, por no escoger un compañero de práctica a tiempo, me encontré con que tenía que practicar con Mr. Bateman. “Bueno,” Pensé, “trata de pasarlo lo mejor posible; tómalo con calma y asegúrate que no vuelva a suceder. Y se muy cuidadoso para no hacerle ningún daño”. Pero después de solo 10 minutos me encontré pensando “¡Me pregunto si seguiré vivo para el final de la clase!”
Mr. Bateman no era físicamente fuerte pero su técnica era en extremo poderosa. Yo ya estaba exhausto en cuestión de minutos y de una forma tal como no lo había estado nunca, aun después de padecer una hora de “sangre, sudor y lágrimas” con cintas negras más jóvenes. El no tomaba los ukemis “voladores” que a todos nos gustaban, sino que solo realizaba rodadas hacia atrás o hacia delante de una forma realmente digna, ¡y eso era lo más que cualquiera podía obligarlo a hacer, no importando el grado ni las intenciones que se tuvieran! Era lo suficientemente eficiente como para descansar durante los intervalos de los movimientos, y tan hábil y capaz como para continuar con ese ritmo por toda la noche. Mucho antes que acabara la clase me preguntó un par de veces si quería descansar. Yo estaba completamente exhausto, acabado y maltrecho (y quiero decir que de la mejor de las maneras imaginables pues él era claramente un caballero.) Terminé la clase como inmerso en una densa niebla, sin saber realmente que había pasado ni como había logrado sobrevivir.
Después de terminar la clase y agradecer a todos nuestros compañeros, me senté por un rato en el tatami, meditando en lo que había sucedido y pensando lo ciego que había estado hasta ese momento. Fue probablemente en ese instante cuando por primera vez vislumbré la profundidad del Aikido. Me di cuenta que 80 años de edad pueden ser mejor que 20, y que aun tenía 60 años para mejorar. Seguramente esto ayudó a remover algo de mi juvenil arrogancia y a lo mejor también ayudó a superar algo de mi locura y estupidez. Ya antes había oído a la gente hablar del Ki, pero ahora sabía que esto significaba realmente algo.
Esta experiencia le dio una nueva visión a mi práctica: Aun disfrutaba el ser proyectado al tatami y a las paredes, pero comencé a notar la diferencia entre los que solo estaban usando fuerza para “lanzarme” y aquellos que estaban realmente tratando de practicar Aikido, con todo lo que esto conlleva. Después de esta experiencia, comencé a practicar con todo el mundo, joven o viejo, avanzado o novato, pues descubrí que había diferentes acercamientos a la práctica del Aikido y que si ponía atención, podría aprender y beneficiarme de cada uno de ellos. Comencé a ver la diferencia entre solo técnica y el verdadero Aikido. Comencé diferenciar entre “Do” y defensa personal. Y comencé a tener una idea de porqué pasaba más de 20 horas a la semana vistiendo “pijamas extrañas” y a donde podía llegar si continuaba en este camino.
Eventualmente pude haber llegado a esto de una forma u otra, pero Mr. Bateman fue un ejemplo vivo y real de cuan equivocado estaba en lo que pensaba, y estoy seguro que esta temprana experiencia me ahorro años de entrenamiento inútil. Estaré siempre agradecido a este tipo de personas y a haber recibido esta lección.
Mr Bateman es un ejemplo del tipo de gente que muy pocos recuerdan o del que pocos han oído hablar, pero que tuvieron gran influencia en la práctica de sus compañeros. (y estoy muy seguro de ello, pues en el último campamento de verano, mi maestro mencionó a Mr. Bateman y fui una de las únicas tres personas que se acordaron de él, ¡20 años pasan muy rápido!)
Mr. Bateman murió en 1978 y practicó hasta la última semana antes de su muerte.
Fuente: Aikidokai,traducción Salvador Lopez Ollinkikai Aikido.

En la foto Bill Collins, primer aikidoka en obtener el cinturón negro en Canada. En verano del 2004 tuve la suerte de poder asistir a un curso suyo en Tenerife .
En enero de este año Yamada Sensei, 8º DanAikikai le otorgó su 6ºDan a los 84 años de edad .

Share