El sensei

En el corazón del ryu encontramos esta, con frecuencia, misteriosa figura de la cual dependía la misma existencia del bujutsu, así como la preservación del desarrollo de su teoría y de su práctica: el maestro de armas, el profesor, el instructor de artes marciales, el sensei. En este punto, el tema de la educación marcial pasa por la dimensión colectiva de los ryu a la dimensión individual del dispensador del conocimiento marcial. Por consiguiente, en esta sección consideramos el papel del sensei como un sujeto importante del bujutsu y su relevancia en el establecimiento, preservación y transmisión de las teorías y prácticas marciales de un modo sistemático. Tanto si estaban destinadas a ser usadas en el campo de batalla como en enfrentamientos individuales, las formas de bujutsu y la historia de las artes marciales como un todo han estado siempre profundamente en deuda con el sensei, ese individuo que, tanto si seguía una naturla y espontánea inclinación hacia el combate como si adaptaba los conocimientos obtenidos en otros campos de la actividad humana a la resolución de los problemas de confrontaciones con armas y sin armas, pasaba la mayor parte de su vida inmerso en las formas del bujutsu. Experimentaba con sus armas, probaba las técnicas y estrategias de las distintas especializaciones en combate real, e ideaba nuevos estilos o formas de hacer frente con eficacia al mayor número de posibilidades presentadas por aquel dramático acontecimiento en el que un hombre podía fácilmente perder su vida. Por encima de todo, enseñaba sus métodos a otros.
Tales maestros ocupaban una posición de cierta prominencia en la doctrina del bujutsu, según cánones antiguos de la historiografía, que tendían a situar los acontecimientos en una perspectiva fuertemente determinada por el papel de héroes y líderes. Sin minimizar el indudable papel desempeñado en la historia del bujutsu por innumerables masas de desconocidos e ignorados combatientes de todas las clases y rangos, que a menudo prepararon el camino y crearon un clima favorable para la aparición de varios sensei destacados, es el sensei, el que hace un esfuerzo para establecer sistemas claramente definidos, para crear escuelas, para organizar a estudiantes y para transmitir documentos de su propia experiencia de modo que aseguren la preservación de sus ideas y prácticas a lo largo de los tiempos venideros.
Se sabe muy poco sobre los criterios adoptados para evaluar a un candidato a ocupar el puesto de maestro de armas. Hay que suponer que (inicialmente al menos) los hombres de armas más inclinados por su naturaleza y con mayor talento de entre los miembros del clan eran los designados. En la cultura china, esta designación había llegado a depender principalmente de los méritos individuales, determinados mediante una serie de exámenes públicos, y la constante supervisión del rendimiento del candidato durante su carrera oficial.
En Japón, sin embargo, llegó a adquirir en gran parte una naturaleza hereditaria y, en consecuencia, se transmitía rígidamente del maestro original a su hijo natural o adoptado. Por tanto, mientras que los documentos de maestros de armas en China abundan con nombres de combatientes individuales conocidos por su destreza en varias especializaciones del arte del combate, en Japón leemos principalmente sobre “escuelas” de “familias” de expertos de bujutsu que se sentían muy orgullosas de recordar una larga línea de antepasados profesionales que les habían precedido y cuyas instrucciones escritas u orales tendían a seguir con gran minuciosidad.
El período de inestabilidad política que siguió al colapso de la cultura Heian, asociado con el inicio de la era militar, alteró los lazos tradicionales con el pasado. Durante esta era, nuevos hombres, cada vez más calificados como combatientes profesionales, comenzaron a aparecer en los clanes, particularmente durante los desórdenes sociales de la era Rokuhara y los períodos Kamakura, Ashikaga y Momoyama. Fue durante estos tiempos cuando las artes tradicionales de combate parecen haber alcanzado sus niveles más altos de sofisticación. Característicamente, estos nuevos hombres, a su vez, se convirtieron en los fundadores de nuevas familias de instructores que presentaron sus credenciales tradicionales a este o a aquel señor, o jefe de clan, para convertirse en el maestro de bujutsu designado oficialmente para el clan.
Cuando los gobernantes Tokugawa consolidaron su poder, el antiguo modelo de afiliación hereditaria a un clan fue firmemente restablecido y reforzado por un carácter militar aún más pronunciado.
El futuro maestro generalmente empezaba como estudiante de una especialización determinada de bujutsu, uniéndose a un ryu y entrenándose bajo la guía generalmente severa y decisiva de su sensei o naciendo en una familia de instructores de bujutsu. Después progresaba a través de aquellas fases de desarrollo consideradas apropiadas por su maestro o por él mismo. Por último, se comprometía en aquella especialización hasta que llegaba a ser un sensei en la escuela de su maestro o se le permitía abrir su propio dojo en otro lugar.
A menudo completaba los programas de entrenamientos de varios ryu, en los que se enseñaban y practicaban varias especializaciones de bujutsu, antes de desarrollar su propio método sincrético, y abría su propia escuela independiente.
Al tratar de este practicante del bujutsu, debe hacerse una clara distinción entre los maestros de la clase militar y los que pertenecían a otras clases. Los sensei de primera categoría naturalmente eran la mayoría –tal como cabe esperar de una cultura tan profundamente enraizada en el carácter nacional.
Esta categoría incluía (en orden de importancia) a sensei que se habían especializado en las artes marciales del tiro con arco, el manejo de la lanza, la esgrima, la estrategia general y varios estilos secundarios de combate sin armas, tales como el jujutsu y el aikijutsu, que se usaban en combinación con las especializaciones armadas tradicionales de la clase militar. Entre éstos los maestros del tiro con arco ecuestre, que había sido practicado por los nobles antiguos (kuge) a quienes los buke habían reemplazado formalmente en 1600, ocupaban un lugar de honor que les vinculaba con los períodos iniciales de la cultura japonesa. Eran seguidos en orden de prestigio por los maestros de esgrima, que adquirieron una creciente importancia durante el período Tokugawa, cuando las guerras de gran escala se hicieron raras mientras los choques entre los sirvientes militares de distintos clanes, o entre los samurai y los heimín, se hicieron progresivamente más frecuente. Los últimos, con el clero y los campesinos, tenían sus propios maestros, que reclutaban de entre los rangos de aquellos bushi que habían cambiado sus posiciones o entre el número de hombres cualificados que aparecieron de entre las filas de sus propios clanes. Este último grupo era una minoría, siendo hombres que generalmente se especializaban en artes de combate que podían practicarse sin llamar la atención ni preocuparse por las autoridades militares. Entre estos maestros encontramos sensei de métodos de combate sin armas o de métodos basados en el uso de instrumentos especiales por los miembros de varias clases, tales como el bastón, por ejemplo, o el abanico, las pipas de hierro y varias hojas encadenadas. Tal como puede deducirse por el tenor de toda la cultura marcial, estos instructores incrementaron su relevancia social cuando el prolongado período de paz impuesto durante el reino de los Tokugawa tendió a reducir un poco el papel de las armas tradicionales como factores determinantes en la resolución de conflictos de intereses; pero difícilmente puede decirse que alcanzasen el nivel de prestigio disfrutado en el Japón feudal por los sensei que enseñaban formas tradicionales de bujutsu.
Fuente:aikidokai.com.ar

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