El Ki

Hace poco tiempo, redactando la revista de Aikido de nuestro dojo ( Satori), un alumno me dio una carta que quisiera publicar en este articulo por la inquietud, que creo, bastante generalizada con un gran grupo de aikidokas, en especial los que empiezan:
« Hace cosa de unos meses que me sorprendí con los amigos viendo en casa un video. Se trataba de un hombre de complexión delgada, corto de estatura y con una serie de movimientos graciosos, como inspirando fragilidad. La sorpresa vino cuando observamos cómo mediante llaves proyectaba a cada uno de los atacantes. Se trataba de una demostración para el Emperador de Japón, de Aikido, por parte de su fundador el Maestro Morihei Ueshiba. Por nuestra condición de occidentales, rápidamente intentamos imitar aquellos movimientos, pero, pese a su simplicidad, no lo conseguíamos. Uno de nosotros habló sobre el actor de Hollywood, Steven Seagal y dijo que lo que él hacia era Aikido. Ahora lo entendíamos, Aikido es lo que hace Steven Seagal… y eso que creíamos que se trataba de Karate o Kung-Fu…
Hacía poco tiempo que yo había dejado de practicar hockey sobre hielo, deporte del que muchas personas coinciden en opinar lo mismo: es un deporte para brutos, para “hombres”, en el que siempre hay peleas y sangre. Pero esto no es así. Ni en el hockey sobre hielo hay siempre peleas, ni Aikido es lo que vemos en la gran pantalla por parte de Seagal. Hablar de Mario Lemiux o de Mike Modano es hablar de hockey sobre hielo, como hablar de Ueshiba o Tamura es hablar de Aikido. Aquí sí
Esto viene por el desconocimiento, por enjuiciar prematuramente, algo que nuestra sociedad entiende mucho. No soy un entusiasta del Aikido, pero al igual que el hockey sobre el hielo me llama la atención, pero por el arte de Ueshiba siento algo más que interés. En gran medida, por la condición de arte que el Aikido tiene. Sorprendentemente hay, tras el Aikido, una bifurcación existencial entre el mundo, el individuo y la armonía universal. Algo que otros deportes no te proporcionan por mucha expectación que tengan. Hablamos de arte y no de deporte; desde mi punto de vista no he sentido el Ki en mi vida, pero con segundad creo que los grandes maestros de Aikido sin duda sienten y viven acondicionando el Ki a sus quehaceres sean orientales u occidentales.
Otra de las cosas que me despierta expectación en cuanto al Aikido es la condición física de los aikidokas. Uno tiende a pensar, desde fuera, que todas las Artes Marciales son iguales y que sus practicantes poseen y lucen cuerpos musculosos y perfectamente estilizados ( en gran parte, por la atomización publicitaria sobre el falso culto al cuerpo que a mi parecer padecen los ’90). Esto tampoco es así. No tiene nada que ver tener un sobre peso de 20 kilos ( Kenshuo Furuya, 6º Dan), ser especialmente flemático, ser hombre o mujer para practicar Aikido. El Aíkido es bonito, y a las puertas del siglo XXI, por lo que a mí respecta no lo practico para defenderme ( con tantas armas en la calle, de nada sirve nada contra una bala certera), si no más bien para sentir en mí un arte que siente mucha gente más ( independientemente si confundo todavía lo que es Irimí y lo que es Taisabaki ) y de alguna manera, transportarme a una época donde el origen del Aikido tenia una importante función y un consolidado peso social ».
“ Cultivar el espíritu. Alimentar con pensamientos agradables. Seleccionar las ideas que se presentan. Rechazar los pensamientos en el momento en que aparezcan. Dedicarse a la alegría y desechar la tristeza. Desechar el miedo…”
“ Basta el menor polvo para empañar un espejo “ Es por lo que la tarea del hombre consiste en desempolvar continuamente el espejo de su espíritu.
Estar “animado” es casi sinónimo de estar vivo. “Anima” en latín significa alma y corresponde a la palabra griega “Pneuma” que significa alma y soplo, aliento. Estos vocablos “antiguos” son los más aproximados a la palabra Ki que conocemos o utilizamos los occidentales para referirnos al Ki. El Ki es nuestra energía interna por lo que ani¬ma y da vida a todos los órganos de nuestro cuerpo.
Pero ¿qué es el Ki? No es el “soplo”, tampoco el “espíritu”, ni el magnetismo. No podemos todavía medir el Ki. Se¬guramente nunca lo logremos; el Ki está a la vez dentro y fuera de nosotros, en el Cielo y en la Tierra. Tal vez se podría decir que es la vibración de la Vida. Hay muchas expresiones populares que se refieren a este soplo, a esta energía que circula en nosotros («Estar desfasado”, “cargar las pilas»..,)
Todo lo que se mueve tiene el Ki en todo momento. Consciente o incons¬cientemente. Y Si es así ¿Para qué sentir el Ki?
Sentir el Ki se traduce por “estar injertado en la Vida».
Cuando escuchamos la radio o vemos la televisión, existe a la vez energía e información. Es tal vez el mismo fenómeno que ocurre con el Ki, en el momento en el que se siente, pasan a nosotros energía e información y Vida. Sentir el Ki es pues aumentar el “capital-Vida» o por lo menos mejorarlo.
¿Cómo sentirlo? Respirando. Pero eso ya lo hacemos todos, de lo contrario moriríamos. ¿Pero respiramos como decía Lao-Tse? «El verdadero hombre respira desde los talones». Respirar Ki es respirar enérgicamente, es preciso no poner voluntad en ello, no forzar hay que relajarse y dejar hacer.
Esta energía vital, este Ki existe en todo el Universo. Según la tradición Taoísta, cada ser humano recibe al nacer:
– Una energía-sangre que le viene de su madre y que ligado a la Tierra es Yin,
– Una energía-soplo que viene del padre y que ligado al Cielo es Yang.
La energía-sangre y la energía-soplo circulan naturalmente en nuestro cuerpo sin que tengamos que ser conscientes de ello. Las dos circulan por nuestro organismo, pero mientras que la trayectoria de la sangre la podemos ver no podemos ver la trayectoria de la energía, sin embargo está ahí y va de órgano en órgano activando todas las células de nuestro cuerpo.

A continuación voy a «intentar» explicar «la prueba del Ki». Esta práctica es muy utilizada por el Maestro Itsuo Tsuda en su «movimiento generador» que es como él definía a su Aikido. En primer lugar vamos a escoger un momento en el que estemos tranquilos y no vayamos a ser molestados; no es necesario estar solos, también podemos hacerlo en grupo, siempre y cuando el ambiente sea distendido y relajado en camaradería (sin escepticismos).
Siéntese en un cojín, no estirado en el sofá, donde perdemos la verticalidad de la espalda y por lo tanto bloqueamos nuestra respiración.
Ahora respiremos tranquilamente y juntemos las manos delante de la cara (como en oración) pero sin que las palmas se toquen. Intente «pensar en las manos» y pasar la respiración hacia las palmas (inspiración y expiración). Sin rigidez, sin obligar; como si de un juego se tratara.
Separe y acerque las palmas intentando sentir la consistencia del aire, como sí un globo estuviese entre ellas ( si es necesario cierre los ojos) es importante visualizar este hecho.
Enseguida notará un especie de calor, o una densidad del aire no acostumbrada en el centro de sus palmas, quizá un picor.
Si no siente nada, no se preocupe, «las manos de los occidentales están más acostumbradas al bricolaje que a sentir» (Itsuo Tsuda).
Vuelva a intentarlo desde el principio frotando las manos una contra la otra para «calentarlas» o “despertarlas» y sienta la densidad del aire; luego suba y baje las manos siempre suavemente, cuando las palmas se crucen sentirá «algo” aunque el efecto puede ser en un principio un poco vago.
Puede practicar este ejercicio todas las veces que crea conveniente sin ningún tipo de problema, más bien diría que es beneficioso darse cuenta de la existencia de que «algo hay» y sensibilizar poco a poco la capacidad innata de «sentir» nuestra energía interior.
Actualmente en nuestro Dojo han comenzado las clases de Aikido por las mañanas. Creo que es mucho más fácil trabajar cualquier tipo de actividad dedicada a las «sensaciones» internas, a una hora temprana por el simple hecho de que estamos mucho más relajados y no tenemos tanta dificultad para concentrarnos en la práctica.
Luis Núñez Macua
«El Budoka» nº 279 Pág. 41-42

Share