El Aikido y la investigación de uno mismo – 2ª parte

Han pasado cerca de 40 años desde que empecé a practicar Aikido. Originalmente incluso no sabía qué significaba la palabra “Aikido” y solo fui a aprender como los veteranos de mi escuela me dijeron que hiciera. Cuando habían pasado 10 años, volví a cuestionarme sobre los métodos de práctica y las formas de conocimiento que había aprendido hasta ese punto. Tenía el firme pensamiento de terminar completamente mi práctica de Aikido. Mientras estaba en este estado, me esforcé por encontrar una nueva forma de practicar. Esta nueva forma consistía en concentrar (mi ki) tanto como fuera posible, relajando la parte superior de mi cuerpo, y con movimiento flexible. Tras varios años practicando esta forma, asimilando esta forma de moverse, llegué a examinar incesantemente y a confirmar el estado de mi mente: cuando me fue bien, cuando me fue malamente, cuando trataba de derrotar a mi compañero, cuando sentí miedo, cuando me sentía inseguro, etc. De esas confirmaciones, aprendí la importancia de buscar incesantemente la calma de mi mente.
Mientras practicaba en ese estado, realicé las técnicas considerando la relación entre mi compañero y yo mismo. Mientras ejecutaba las técnicas enfocando mi conciencia en la relación con mi compañero, a penas por un instante, podía experimentar un estado más allá de las palabras. Toda mi conciencia desapareció y fue como si cabalgara sobre un inmenso fluir. En este estado, aunque no tenía conciencia, pude ver bien los movimientos de mi compañero y mi cuerpo se movía naturalmente y en consecuencia. También me noté positivo, optimista y diligente todo el tiempo. Podía sentirme impregnado de toda la energía que siempre latía dentro de mi compañero. Hice muchos ensayos intentando negar cualquier sentido egoísta o egocéntrico de mi conciencia, y en su lugar concentrarme en mi compañero. Esto condujo a poder experimentar la sensación de moverme naturalmente y sin ninguna distinción entre mi compañero y yo. De estas experiencias, estoy convencido que he descubierto la dirección para buscar el Tao.
El fundador del Aikido Ueshiba Morihei dijo “La maestría en el Aikido consiste en librarse del mal de uno mismo, armonizando con los cambios del universo y los de uno mismo, y unificarse con el universo en uno mismo. El corazón del universo es “Amor”, tan grande que puede ser encontrado en cada esquina lejana. El Budo de quien no puede armonizar con el universo no es el verdadero Budo, sino Budo de destrucción. El verdadero Budo es el trabajo del “Amor”. No es matar, sino trabajar para crear y alimentar todas las cosas”.
Normalmente practicamos un Aikido que intenta alcanzar una absoluta y propia fuerza, por el proceso de derrotar a los demás a través de negarlos. Este Aikido busca la técnica (jutsu) y no el camino o vía(“Do”). El concepto “Do” significa unificar la diversidad – unificación de todas las cosas opuestas del universo, inclusive en la sociedad humana. Este es el fin de enfatizar la singularidad de cada cosa, y darle prioridad y procurar entender las cosas que son unificadas y absolutas. Aquellos que deseen realizar el Aikido del fundador no deben buscar el Aikido como “jutsu” sino como “Do”. Si verdaderamente buscamos el Aikido como “Do”, no solo se recuperará la humanidad que sufre los avances de la ciencia, sino que será posible acercarse a la sabiduría más alta. Se puede decir que este ideal es contrario al ideal de la competición. Es necesario reconocer que si somos ingenuos, caeremos nuevamente en la realidad de la competición con el tiempo. Si lo que uno quiere es buscar la verdadera fuerza que habita en él a través de la forma descrita anteriormente, le será necesario tener la fortaleza que eche para atrás de nuevo la competición y pueda continuamente abrazar la paradoja.
Endo Seishiro, Aikido Saku Dojo-cho (Diciembre, 2000)
Traducción al inglés, Daniel Nichina
Traducción al español, Daniel Díaz

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