Cuento de Adviento-Dos bebés en un pesebre

Hace algunos años, unos jóvenes misioneros visitaron un hogar en el que vivían 100 niños y niñas que habían sido abandonados y dejados en manos del Estado. De allí surgió esta historia relatada
por los mismos visitantes. Se acercaba la época de las fiestas y los niños del hogar iban a escuchar por primera vez la historia tradicional de Navidad. Les contamos acerca de María y José llegando a Belén, de cómo no encontraron lugar en las posadas, por lo que debieron ir a un establo, donde finalmente el Niño Jesús nació y fue puesto en un pesebre. A lo largo de la historia, los chicos no podían contener su asombro. Una vez terminada les dimos a los chicos tres pequeños trozos de cartón para que hicieran un pesebre. A cada uno se les dio un cuadrito de papel cortado de unas servilletas amarillas. Siguiendo las instrucciones, los chicos cortaron y doblaron el papel cuidadosamente colocando las tiras como pajas. Unos pequeños cuadraditos de franela, cortados de un viejo trapo, fueron usados para hacerle la manta al bebé. De un fieltro marrón cortaron la
figura de un bebé. Mientras los niños armaban sus pesebres, yo caminaba entre ellos para ver si necesitaban alguna ayuda. Todo fue bien hasta que llegué donde estaba sentado el pequeño Mateo. Parecía tener unos 6 años y había terminado su trabajo. Cuando miré el pesebre quedé sorprendido al no ver un solo niño dentro de él, sino dos. Le pregunté entonces por qué había dos bebés en el pesebre. Mateo cruzó sus brazos y observando su trabajó comenzó a repetir la historia muy seriamente. Por ser el relato de un niño de 6 años que había escuchado la historia una sola vez, estaba muy bien, hasta que llegó la parte donde María pone al bebé en el pesebre.
En ese momento Mateo empezó a inventar su propio final para la historia, y dijo: – Y cuando María dejó al bebé en el pesebre, Jesús me miró y me preguntó si yo no tenía un lugar para estar. Yo le dije que no tenía mamá, ni papá, ni tampoco un hogar. Entonces Jesús me dijo que
yo podía estar allí con Él. Le dije que no podía porque no tenía un regalo para darle. Pero yo quería quedarme con Jesús, por eso pensé que cosa tenía que pudiese darle a Él como regalo; se me ocurrió que un buen regalo podría ser darle calor. Por eso le pregunté a Jesús, ¿si te doy calor, ese sería un buen regalo para ti? Y Jesús me dijo: – si me das calor, ese sería el mejor regalo que haya recibido. Por eso me metí dentro del pesebre y Jesús me miró y me dijo que
podía quedarme allí para siempre. Cuando el pequeño Mateo terminó su historia, sus ojitos brillaban llenos de lágrimas empapando sus mejillas. Se tapó la cara, agachó la cabeza sobre la mesa y sus hombros comenzaron a sacudirse en un llanto profundo. El pequeño Mateo había
encontrado a alguien que jamás lo abandonaría. Alguien que estaría con él para siempre.
Fuente: diocesisdeteruel

Hoy es el tercer domingo de adviento
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