de mimbre que encontré en la basura.
Había un agujero donde debería estar el asiento
y sus patas se tambaleaban
pero conservaba una apariencia digna.
con ayuda de un cojín uno podría haberlo intentarlo
cuidadosamente, con las rodillas juntas
como ella aquella vez,
reclinada y riéndose por la incomodidad.
La lámpara en la mesilla de noche
hacía lo que podía para conferirle
un cierto aire de misterio a la habitación.
Había también un espejo, que hacía
que todo se tambalease como en una pecera
si por casualidad miraba en su dirección,
con la nariz roja, a punto de estornudar,
con un grueso gorro de lana tapándome las orejas,
leyendo a algún ruso en la cama
y preocupado por mi alma, de eso estoy seguro.
Charles Simic
Traducción de Martín López-Vega
Fuente: el cultural.es
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