Aikido Yin-Yang y Existencia,(2 parte)

Toda esta manera-teoría de explicar la naturaleza de la realidad, según el significado del símbolo del Yin-Yang, manifiesta su certera validez en cada uno de los momentos de la práctica de Aikido, en el Dojo y fuera de él. Son muchas las pistas que podemos descubrir para profundizar en nuestra práctica y el Yin-Yang es una de ellas, como una sencilla metáfora. Pero debemos profundizar todo lo posible con todos nuestros recursos para ir descubriendo y saboreando cada una de las enseñanzas que cada día surgen en la práctica. Así, a su vez, el Aikido no es más (ni menos) que otra hermosa metáfora, de interminables y atractivas combinaciones, que nos ayuda a comprender la esencia de la existencia. Por ello, el Aikidoka que sólo busca la forma o la eficacia (la técnica) cae en una trampa en forma de laberinto que no le lleva a ningún sitio. Por el contrario, el Aikidoka que da importancia a este profundo sentido (el espíritu) encuentra un millón de caminos que le llevan muy lejos y luego siempre de nuevo a casa. Esa sería la diferencia y el por qué del Aiki como Jitsu (Aikijitsu) o el Aiki como Do (Aikido), como Vía o Camino de crecimiento espiritual. De esta manera, la búsqueda del sentido, del mensaje, del conocimiento y, con él, de la transformación personal (que es, también, movimiento), comienza por lo más sencillo y poco a poco va impregnando el resto. Pongamos por ejemplo algo tan simple como nuestra propia respiración y tratemos de entenderla-vivirla según la visión Yin-Yang y según la comprensión profunda del Aikido. De esta forma, Ka (inspiración) y Mi (espiración) no son dos, no son contrarios, no son ni siquiera complementarios, son Uno, son Respiración. Como en el Yin-Yang, la inspiración lleva en sí misma la semilla de la espiración. Cuando la espiración llega a su máximo punto de desarrollo, esta da a luz a la inspiración. Ka y Mi son Uno, como Tori y Uke, como Pies y Manos, como Hombre y Mujer, Individuo y Universo, etc. Este es el mensaje:
Unidad. Parece sólo teórico, metafísico. Pero no lo es. Sentémonos tranquilamente en una silla y experimentemos –ni mas ni menos todo lo dicho: “las partes”, la Unidad del todo, el Movimiento, la Transformación y la Energía Superior que los origina y los mueve (el Ki Universal, el Poder de la Vida). Sentados en la silla, obliguémonos a no respirar. Con toda seguridad, no podremos aguantar (voluntad) en ese estado continuamente (quietud). Tarde o temprano se impone el lo Involuntario y el Movimiento: la respiración se impone a nosotros e incluso estalla todavía con más fuerza. Admitámoslo, nosotros no somos los que respiramos. La vida nos respira. Vivir o Morir, en el fondo, no es un acto de voluntad. Algo superior, con más fuerza, nos mueve desde dentro. Un pulso en movimiento nos mueve más allá de nuestra voluntad, como mueve las estaciones, los volcanes, los planetas, nuestro parpadeo y nuestro propio corazón. El nombre que le pongamos es lo de menos, aunque algunos le llaman Ki. Todavía sentados en la silla, si inspiramos profundamente todo el aire que podemos hacia nuestro interior (Ka), llega un momento en que no podemos inspirar más. El propio poder de la vida nos lleva a tener que espirar (Mi). Porque la inspiración no lleva a más inspiración, a lo mismo (quietud). Inspirar a fondo lleva, tarde o temprano, siempre, a “lo contrario”: a espirar (Cambio, Movimiento). Y, viceversa, la espiración lleva siempre a la inspiración (Transformación). Y así continuamente (Continuidad). Inspirar o espirar es a la vez Yin y Yang. Cada “parte” entraña en sí las dos vibraciones y por eso se crea y recrea la respiración (Movimiento, Regeneración, Existencia). La incomodidad lleva, a través del dolor, al cambio de postura, y, con ella, a la comodidad, al placer. Y viceversa. Sacar el pie de la cama, levantarnos y ponernos en movimiento lleva a la actividad, y esta al cansancio y es eso lo que nos lleva de nuevo a la cama. Y viceversa. Nada esta separado, nada es mejor o peor, porque todo es necesario, porque Todo es Uno, en continuo movimiento. No existe sólo Yin o sólo Yang, sólo inspirar o sólo espirar, sólo Ka o Mi. Existe Respirar. No hay partes, hay Uno. Por eso el punto imaginario entre inspiración y espiración (en Aikido) es tan difícil, porque es sólo “inventado” por nosotros. No hay partes, hay Todo, hay Uno. Movimiento creador, Transformación. Uno. Y esa es la gran enseñanza del Maestro Ueshiba y de su unificador Ai-kido (su Vía de Unificación con el Ki). Y ahora entendemos su reveladora sentencia: “En la alternancia de la Inspiración y de la Espiración hacemos Uno y ese Uno es Dios, pues ka-mi al hacerse unidad es Kami (en japonés, deidad shintoista) y Kami es Dios”. Tendemos siempre a separar y dualizar, y por eso uno de los grandes Aikis (quizás el primero) ha de producirse en nuestro propio interior. Somos hombres o mujeres, de derechas o de izquierdas, trabajadores o jubilados, vegetarianos o carnívoros, culpables o inocentes, fumamos o no fumamos, compramos o alquilamos, aborto sí o aborto no, salud o enfermedad, playa o montaña, pobres o ricos, del hemisferio norte o del sur, oriente u occidente, fútbol sí o no, si fútbol sí: entonces Madrid o Barcelona, si Madrid: entonces del Real o del Atlétic, etc., etc., etc. Vivimos partidos en pedazos y por la mitad. Y nos volvemos neuróticos, porque la vida no está partida por la mitad, sólo nuestras ideas. Pero la existencia no es una idea, la existencia es un acontecimiento. Un acontecimiento que no se detiene, sino que fluye. El Sol y los planetas giran en círculos interminables, somos nosotros los que inventamos los segundos, los minutos, los calendarios, la fragmentación del tiempo y de nuestras vidas: mañana-tarde-noche, bautizo-matrimonio-jubilación. En una realidad naturalmente lineal, continua y “analógica”, toda conectada, nos hacemos artificialmente pixelados, interrumpidos y “digitales”, desconectados de una vida que vemos a su vez desconectada entre sí. Vemos la botella medio llena o medio
vacía, dándole importancia sólo a las partes. La Unidad queda destruida.
Fuente: Aikizasshi Nº11, Juan Calvo
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