Acacia y hormiga, la una para la otra

En África y en los trópicos, ejércitos de pequeñas criaturas han hecho su hogar en los retorcidos tallos de las acacias.

Se trata de las «hormigas guardianas» que se alimentan del néctar dulce que produce la planta y viven en nidos protegidos por sus gruesas cortezas.

A simple vista, pareciera que las hormigas se han apoderado de la planta, pero en realidad, ese ésta quien las envuelve con sus pequeños tallos.

Estas plantas -que le dan alimento y refugio a las hormigas- también producen una sustancia química que las hace defenderse con todas sus fuerzas y las obliga a retroceder.

Nigel Raine, un investigador del Rollay Holloway de la Universidad de Londres, en el Reino Unido, se ha dedicado a estudiar la relación entre las acacias y las hormigas.

Raine y sus colegas de las Universidades de St. Andrews, Edimburgo y Reading, en el Reino Unido y de la Universidad de Lund, en Suecia, se han avocado a investigar también cómo las plantas y las hormigas han evolucionado de manera conjunta.

Intercambio

Según Raine, las hormigas proveen a las plantas un servicio.

«Ellas protegen a las plantas en las que viven», dice Raine. «Si otros animales tratan de de alimentarse de su néctar, las hormigas los atacan».

En África, un tipo de hormiga guardiana, conocida como Crematogaster, puede incluso llegar a atacar a herbívoros grandes si es que estos intentan alimentarse de la planta.

«Si una jirafa comienza a comerse las hojas de una acacia habitada por hormigas, las hormigas saldrán inmediatamente a picarle la cara», afirma Raine.

«Eventualmente, la jirafa se cansará y y se irá a otro lado».

Problemas

En los trópicos del Nuevo Mundo, la hormiga Pseudomyrmex genus juega un papel muy similar.

Para ambas especies, las acacias ofrecen una estructuras pequeñas que éstas vacían para hacer su nido y además proveen alimento en forma de néctar.

«A cambio, ambos grupos de hormigas protegen a sus anfitrionas de los herbívoros, ya sean insectos o animales grandes», señala Raine.

Ésta es una ventaja para las plantas. Pero albergar insectos agresivos trae aparejado un problema: la floración.

Las flores necesitan ser polinizadas para que la planta pueda reproducirse. Entonces, ¿cómo es que las hormigas no atacan a los pequeños polinizadores o cómo es que no se llevan todo el néctar que los atrae?

«Algunas plantas lo hacen mediante su estructura, es decir, con barreras físicas que impiden que las hormigas ingresen a las flores, o mediante superficies resbalosas que hacen que las hormigas no puedan caminar sobre ellas», explica Raine.

«Pero las acacias no tienen estas barreras. Tienen flores muy abiertas. Sin embargo, las hormigas no entran y nosotros quisimos saber por qué».

Soborno

Una de las cosas que hace la acacia es «sobornar» a las hormigas con dosis adicionales de néctar que no están en las flores. Pero cuanto esto no es suficiente, comienza la guerra química.

«Las flores producen sustancias químicas que repelen a las hormigas y liberan estas sustancias cuando están fabricando mucho polen, para que las hormigas no se acerquen a las flores», explica el experto.

Cuando el polen fue retirado por los polinizadores, las flores se tornan menos repelentes.

«En ese punto, las hormigas pueden regresar a las flores y protegerlas de otros insectos».

Los repelentes que liberan las acacias son específicos para las hormigas. De hecho, no sólo no alejan a las abejas -parientes cercanos de las hormigas- sino que las atraen.

En opinión de Raine, este sistema evolutivo inteligente demuestra que las hormigas y las acacias han evolucionado para protegerse, controlarse y manipularse mutuamente.

Fuente BBC Mundo-ciencia

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