La anciana del tiempo

Una anciana vivía en las afueras de una gran ciudad, ella era muy sabia, de esas mujeres a las que en la antigüedad hubieran quemado por brujas. La gente de la ciudad la llamaban por diferentes motivos. Por ejemplo a la cama de una parturienta, para que la ayudara con su paciencia infinita que no podía aliviar los dolores, pero los hacia más llevaderos a la futura madre y así las horas pasaban más rápido hasta que llegara el bebé. También la buscaban para acompañar los últimos momentos de alguna persona que era llamada al otro mundo, ella endulzaba esos momentos y hacía que el moribundo se fuera en paz a la hora predestinada. A veces también acompañaba a un niño que estaba enfermo, lo tranquilizaba para que durmiera y recuperara sus fuerzas. Otras veces acompañaba a los deportistas en sus entrenamientos, a los corredores les hacía llegar a sus metas en menos tiempo y a los futbolistas los mentalizaba para aguantar los noventa minutos del juego, mientras que a los kyudokas les mantenía la mente en calma y les daba el tiempo necesario para acertar la diana. Para algunas personas ella pasaba demasiado de prisa sin pararse, en un abrir y cerrar de ojos, para otras era como una eternidad, no pasaba nunca, sobre todo a los niños en los colegios, pensaban que las horas eran interminables.

La anciana tenía siete hijos todos totalmente diferentes, el primero se llamaba lunes, era una persona que siempre estaba muy ocupada y desorganizada, su vida era un caos, no tenía tiempo para nada, además siempre estaba seria y malhumorada. La gente evitaba encontrarse con el lunes ya que su falta de tiempo y malhumor se contagiaba, había que mantener el lunes a la mayor distancia posible.

la anciana del tiempo

El segundo hijo martes, ya era más tranquilo, también era serio pero más amable, además se organizaba de mejor forma que su hermano el lunes, se tomaba las cosas con calma y así todo le salía mejor. Era una persona tranquila que nunca destacaba en nada ni para lo bueno ni para lo malo.

El tercer hijo miércoles era dificil de calar, era serio, pero con más tiempo y a la gente le era indiferente, no dejaba huella, se parecía un poco a martes, pero no tenía nada que ver con lunes, no parecía que fueran hermanos. A veces la gente incluso se olvidaba de que existía.

El cuarto hijo jueves también era tranquilo como sus dos hermanos mayores, a veces se le veía sonreir, sobre todo cuando pensaba en sus hermanos menores, le gustaba estar con ellos, juntos planeaban cosas divertidas, disfrutaban de la vida.

El quinto viernes era un tipo muy simpático, querido por todos, a donde quiera que llegaban lo recibían con alegría, siempre organizaba alguna fiesta junto a jueves y el hermano que lo seguía. Todo el mundo esperaba siempre a viernes para disfrutar de algún evento.

El sexto sábado era el hijo más revoltoso y travieso de la anciana, nunca estaba quieto, a veces planificaba  juegos con sus hermanos, a los que se apuntaban todos menos el lunes, que estaba muy ocupado y malhumorado. Otras veces preparaba un baile, cuando sus hermanos le decía que no querían participar, sábado los convencía con su sonrisa contagiosa y su buen humor. En cuanto la gente veía a sábado se olvidaba de sus problemas, silbaban y cantaban sonriendo llenos de alegría.

Y el séptimo hijo más pequeño de la anciana era domingo, era todo lo contrario que su hermano mayor el lunes, justo lo opuesto, era demasiado tranquilo, le gustaba dormir todo el día, a veces sábado lo despertaba para jugar o bailar, domingo lo hacía un tiempo hasta que volvía a quedarse dormido. Era simpático, como un niño pequeño, siempre sonriendo tranquilo, sus hermanos sábado y viernes lo animaban para hacer las travesuras que se inventaban juntos, pero él mayormente los miraba relajadamente desde su sofá.

La anciana le dijo a su hijo mayor lunes que se ocupe del pequeño domingo, que lo lleve al parque y que participe junto con él en los juegos de los hermanos, lunes le contestó que no tenía tiempo, pero la anciana le dijo: » No existe falta de tiempo, existe falta de interés», por lo que lunes tuve que hacerse cargo del pequeño, cosa que al principio le molestaba mucho y ponía mala cara, pero después de un tiempo empezaron a gustarle los juegos, se relajaba más y su cara empezó a cambiar, yo no estaba tan malhumorada, de vez en cuando hasta se le escapaba una sonrisa. Y así la anciana logro un gran cambio en lunes gracias a domingo y a los otros!

Carina

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